lunes, 2 de diciembre de 2013

Bartleby, yo y unos amigos

Yo aspiro a Bartleby. A quedarme sentado y no hacer nada observando fijamente algún punto lejano en la pared. A mirar con desapasionamiento y murmurar: “preferiría no hacerlo”, como respuesta a cualquier orden. A languidecer en el patio de una cárcel o un manicomio (centro de reposo), dejando pasar las horas sin hacer ningún gesto, ni un solo movimiento que demuestre que hay vida dentro de ese cuerpo que, sin embargo, se sostiene erguido y vive automáticamente. Bartleby se escapa por el agujero  de sí mismo y quien sabe si al otro lado de ese agujero existe un país maravilloso donde corre, ríe, juega y ama con la libertad absoluta de la imaginación. Allí se encontrará, nos encontraremos, con Murphy, con Bernardo Soares, y hasta con el bueno de Alfanhuí, despreciadores de una realidad que no solo se nos impone sino que nos exige aceptarla. Rechazo esa imposición, cierro los ojos y me sumerjo dentro.


2 comentarios:

  1. Anda usted sembrado. Ha alcanzado la posibilidad de expresar su Ser con convencimiento (y algo más que olvido y he robado a Angel González).

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  2. Bueno, sembrado, yo creo que a nuestro compañero hace ya tiempo que le están creciendo árboles por todas partes y ya tiene su bosque particular.

    ¡Un abrazo!

    Antonio Lino.

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