Como un gato que te trae un lagarto muerto y te lo pone a los pies en señal de respeto en la confianza de que sabrás apreciar su gesto.
Pero tu, con la punta del zapato, lo apartas con asco a un lado.
Y el gato, que no comprende, vuelve a ponértelo delante esperando, no sé, que te lo comas, que le des unos golpecitos en la cabeza.
Pero tú te das la vuelta y vuelves con una pala y un cepillo y depositas el cadáver en el cubo de la basura.
Y el gato te mira, te mira, te mira, te mira, te mira.
¡Qué solo está el gato!
Maravillosa la imagen de ese gato incomprendido y de la persona incapaz de comprender.
ResponderEliminar¡Pobre gato! Soledad, amor no correspondido, la rareza de ser "gato" y "enamorado".
ResponderEliminar¡Buen microrrelato!
Dos besos