lunes, 17 de noviembre de 2008

El segundo capítulo

Después de que la madre lo dejara encerrado en el cuarto por no saber escribir como los demás y de que se pusiera a escribir en su extraño alfabeto y con su tinta manufacturada, extraída de zumillo que desprendían los lagartos al irse desgastando con la lluvia, en un rasgón de camisa blanca que había encontrado colgando de un árbol, Alfanhuí recordó al gallo de la veleta y fue a ver cómo estaba.
Arrugado en torno al carbón con la boca torcida, el gallo le pidió que por favor le sacara el carbón y lo enderezara, y que a cambio le enseñaría muchas cosas. Así lo hizo Alfanhuí y el gallo, que era muy charlatán, cumplió también su promesa. Hablaban día y noche Alfanhuí y el gallo de la veleta y Alfanhuí aprendió muchas cosas sobre colores que el gallo sabía, como por ejemplo cómo recoger y usar el rojo del poniente.
Se entusiasmó mucho Alfanhuí con lo que el gallo le contaba e ideó una aventura. Una mañana, armados con calderos y sábanas se escaparon de la casa por la ventana del cuarto rumbo al horizonte de aquella ventana. Cuando llegaron esperaron que anocheciera y vieron cómo a medida que se ponía el sol el aire se iba llenando de una humedad rojiza que al poco lo cubría todo y casi no dejaba ver. Entonces, a una indicación del gallo, Alfanhuí extendió las sábanas al aire y la sacudió y la sábana quedó impregnada de aquel jugo. Luego escurrió la sábana en un caldero y volvió a repetir la operación. Tenía que darse mucha prisa porque el sol seguía poniéndose y todo se volvía cada vez más oscuro hasta que la niebla roja se retiró y quedó la noche limpia. En los calderos borboteaba un líquido rojo como de sangre.
Cuando volvían a casa, ya amanecido, pasaron junto a un río y Alfanhuí aprovechó para lavar las sábanas en él. El agua, al contacto con las sábanas se impregnó del rojo que se fue corriente abajo e iba madurando todo lo que tocaba. Una yegua preñada que pastaba en la orilla bebió un sorbo de agua y al pronto todo el color se le fue al feto y quedó ella transparente como si fuera de cristal con la burbujita de la placenta y el feto en su interior de colores intensos. La yegua se echó al suelo y abortó el feto aún envuelto en la placenta, entonces el gallo de la veleta se acercó y con el pico rompió la bolsa. El caballito, con mucha debilidad porque todavía no estaba hecho del todo trató de ponerse en pié un par de veces hasta que por fin lo consiguió y fue tras su madre a la que ya se le veía blanquear la leche en las ubres de cristal.

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Resumen del 2º Capítulo de "INDUSTRIAS Y ANDANZAS DE ALFANHUÍ" de Rafael Sánchez Ferlosio.

1 comentario:

  1. Excelente relato, condensa la sabiduría milenaria de los tiempos que remontan el Origen

    Saludos, Aquileana ;-)

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