Sí, me llevo un libro al baño.
Ayer me llevé uno de cuentos infantiles, de Andersen. La historia trataba de una figura de porcelana, joven con paraguas, que amaba y era correspondida por otra figura de porcelana, un deshollinador. Estaban situados sobre una mesita frente a un gran armario.
Junto a ellos había un enorme chino que movía la cabeza, no sé por qué se presuponía que el chino era el abuelo de la muchacha. En el armario, además de muchas volutas y animales tallados, presidía un gran demonio con patas de carnero y cara de muy mala leche.
El demonio se fijaba en la joven con paraguas y le pedía su mano al chino, el chino, respondía que sí inclinando la cabeza, pues le parecía que el que el demonio estuviera hecho de buena caoba era un mérito mayor que el de ser de frágil porcelana, y la muchacha, temerosa, le suplicaba al deshollinador que se fugara con ella. Éste, naturalmente, propone la estufa como vía de escape y por ahí se escabullen. Después de atravesar el tubo alcanzan la salida por la chimenea, pero ya es de noche. La joven se asusta de los espacios tan amplios y desiste de su idea de escapar. Así se lo expone al deshollinador que, complaciente, la guía otra vez hacia el agujero y la ayuda a bajar.
Cuando llegan abajo se encuentran con que el chino ha caído al suelo y se ha roto en pedazos. Lo reparan, pero para que no se le caiga la cabeza la fijan con una grapa, así que ya el chino no puede moverla como hacía antes. Desde entoces cada vez que el demonio le conmina para que le conceda la mano de la muchacha, el chino se queda mirando fijo sin responder.
Ayer me llevé uno de cuentos infantiles, de Andersen. La historia trataba de una figura de porcelana, joven con paraguas, que amaba y era correspondida por otra figura de porcelana, un deshollinador. Estaban situados sobre una mesita frente a un gran armario.
Junto a ellos había un enorme chino que movía la cabeza, no sé por qué se presuponía que el chino era el abuelo de la muchacha. En el armario, además de muchas volutas y animales tallados, presidía un gran demonio con patas de carnero y cara de muy mala leche.
El demonio se fijaba en la joven con paraguas y le pedía su mano al chino, el chino, respondía que sí inclinando la cabeza, pues le parecía que el que el demonio estuviera hecho de buena caoba era un mérito mayor que el de ser de frágil porcelana, y la muchacha, temerosa, le suplicaba al deshollinador que se fugara con ella. Éste, naturalmente, propone la estufa como vía de escape y por ahí se escabullen. Después de atravesar el tubo alcanzan la salida por la chimenea, pero ya es de noche. La joven se asusta de los espacios tan amplios y desiste de su idea de escapar. Así se lo expone al deshollinador que, complaciente, la guía otra vez hacia el agujero y la ayuda a bajar.
Cuando llegan abajo se encuentran con que el chino ha caído al suelo y se ha roto en pedazos. Lo reparan, pero para que no se le caiga la cabeza la fijan con una grapa, así que ya el chino no puede moverla como hacía antes. Desde entoces cada vez que el demonio le conmina para que le conceda la mano de la muchacha, el chino se queda mirando fijo sin responder.
si pudieramos o pudiesemos poner alguna grapas en tantas cabezas pensantes...ya sabes cuentos chinos para niños del Japón.
ResponderEliminarDos besos
Una historia muy simple, casi parece improvisada observando una habitación cualquiera.
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