viernes, 20 de junio de 2008

Conflicto Interior

Un día que estaba enamorado escribí esto:

No soy un tío muy racional. Quiero decir que a veces la razón se me va a dar una vuelta y nunca se sabe cuándo vuelve. Sobre todo en los momentos dificultosos, que es cuando hace falta. Se que con ella resolvería un montón de problemas pero ella, desconocedora de su importancia, huye cuando cree que el asunto no le concierne. Es como si tuviera asumido su rol, para esto sirves, para esto no, y lo cumpliera a rajatabla. Mi proverbial cobardía para las cosas de la vida tal vez no se deba más que a esta equivocada concepción de sus labores que tiene mi razón.

Y en ello no creo que ande lejos mi pereza; sospecho que la razón se deja aconsejar de ella con demasiada frecuencia. Y que como no tiene la contrapartida de la audacia para que se le pose en el otro hombro y equilibre los malos consejos, pues toma decisiones insatisfactorias. No es que no esté la audacia; estar está, pero malicio que es alcohólica y solo sale cuando está bebida o drogada de cualquier otra sustancia. A veces la rabia consigue gestas increíbles de ella. Si no es por eso ni sabría que existiera. Entre todos me tienen a mal traer.

Estos días ando con la víscera irritada. Uno de esos virus latentes que periódicamente - los médicos no saben muy bien cuales son las causas desencadenantes - salen del agujero donde andan escondidos y se ponen a revolver por toda la casa. La pereza anda como de fiesta y la audacia ha vuelto a esconderse a alguna sala oscura del fondo del alma donde pueda llorar y temblar a gusto sin que nadie la vea – afortunadamente aún conserva la vergüenza. Así que la razón se ha ido a dar uno de sus paseos, después de dejar escrito que no quería saber nada. Sin ella nada se puede hacer, así que tengo la casa de luto, y a la pereza bailando con la congoja que son las únicas que disfrutan con todo esto. Y mientras, puertas y ventanas cerradas, horizontes limitados, todo oscuro, todo silencio y polvo y telas de araña.

No queda más que esperar a que vuelva esa puñetera aguantando como podamos los chaparrones de angustia que la congoja va soltando por todas partes mientras va rasgando las paredes con sus largas uñas de bruja.

Como no tiene mucho sentido lo completo con un vídeo que he compuesto:

2 comentarios:

  1. El texto es una obra de arte. El vídeo una foto con buena música.

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  2. ¡Hombre! no es una foto, sino un video. La flor baila la música a su ritmo de flor. También, si uno se fija bien, debe pasar una sombra por delante de la cámara, es el señor del cuadro al que le gustaba mucho el tango, en especial Carlos Gardel.

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