lunes, 16 de junio de 2008

Un pelín tarde


El asesino hizo brillar en sus ojos sendos rayitos blancos de malicia, acompañando el gesto con una siniestra sonrisa, mientras su sombra se alargaba hasta el fondo del callejón. Allí, una aterrada doncella ahogaba un grito, cubriéndose los exuberantes pechos con unas manos ridículamente minúsculas.

Una música chirriante acompañaba toda la escena...

...se fue la luz y nos quedamos a medias.

Nos miramos, aunque no nos veíamos. Empecé a ponerme nervioso, signo inequívoco de que algo tramaba. Entonces noté que mi mano avanzaba temerosa hasta rozar levemente la piel de su muslo. No hubo reacción, salvo la excesiva sudoración por mi parte, así que la mano se dejó caer al completo y avanzó rumbo norte.

La liviandad de la falda no era suficiente resistencia, por lo que el explorador no encontró obstáculo hasta el borde de las braguitas. Entonces hubo una leve indecisión, pronto resuelta: continuaría el avance por encima de la tela, para ser nuestra primera cita no convenía excederse. La mano se incorporó y sobre dos deditos avanzó paso a paso

¡OH SORPRESA! ¡EL JARDÍN YA ESTABA OCUPADO!

Un grupo de desconocidos jugueteaban saltando, hundiéndose en la blandura, persiguiéndose unos a otros y provocando con ello una serie de espasmos y suspiros que habían sido interpretados erróneamente. Esperó, tímido, por si con un gesto, era invitado a la fiesta, pero la fiesta estaba ya muy avanzada. Cuando todo se hubo calmado retiró la inerte mano y suplicó interiormente que reanudaran de una vez la puñetera película y no se les ocurriera por el amor de dios encender las luces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario