miércoles, 29 de noviembre de 2023

La camisa del hombre feliz

 Que me ponga la camisa de un hombre feliz, dice. Y yo voy y me lo creo. Claro, parecía tan mística. Y me cobró una pasta. Aquello tenía que significar algo.  Y yo estaba mal. Y bueno, busqué. Busqué por todo el mundo, te lo juro. Europa, Asia, África, América y Oceanía; Lemuria y La Atlántida no las encontré, pero si llego a saber dónde están busco allí también. Y el único puto hombre feliz que vengo a encontrar es ese viejo sentado a la puerta de una cueva. Todo mugriento, despeluzado, sucio, sucio y más que sucio. El único. Lo sé bien, porque la primera vez que lo encontré me dije: yo no me pongo la camisa de ese ni de mortaja. Y seguí buscando. Pero era inútil y tuve que volver. Y la impresión era la misma. Me sonrió con aquellos dos dientes colgando – uno se le cayó mientras yo miraba y el tío se puso a reírse. Yo no sé si era feliz, pero gilipollas un rato – y no pude. Seguí buscando, años y años. Ya estaba cansado. Ya no podía más y tuve que volver. Enfrentarme a él y decir. ¡Pero qué coño haces para ser feliz!, ¿tienes al menos una muda de camiseta? Y no no tenía. Ni muda, ni sorda, ni puesta. El tío no tenía camisa. Solo llevaba aquel trozo de tela más escaso que la gabardina de Cantinflas. Pero yo ya no podía más. Me quedé y compartimos unos tollos guisados que llevaba. Le conté lo de la tía aquella que me habló de su camisa. Y no paraba de reírse. Hasta que se murió. De risa. Exactamente. Al menos riendo. Y ahí me quedé yo. Sentado a la puerta de la cueva. Sin saber muy bien qué hacer. Años y años aquí sentado. Sí, me levanto y meo y poco más, porque lo que como no da para mierdas. Años y años mirando amanecer y sintiendo ponerse el sol por detrás. No sé si duermo. Por las mañanas estoy aquí y ahí está otra vez el sol. Y así siempre. Hasta que usted ha venido y me ha contado esta historia tan graciosa, que me dan ganas de morirme. 

2 comentarios:

  1. Este relato me recuerda al mejor Riforfo Rex. Saludos.

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  2. Gracias Antonio. Cuanto menos me meta yo en la construcción del relato más contento quedo de ellos. Por eso los llamo improvisaciones.

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