lunes, 17 de abril de 2023

Déjà vu

 Yo no creo en muchas cosas, es verdad – pero en León Felipe, siempre –, pero me gustaría creerlas. Mis amigos racionalistas dicen que soy un hipócrita o un cobarde, yo les digo que son unos maricones. El que queda mal soy yo porque ya está prohibidísimo utilizar ese adjetivo como vituperio, aunque tenga menos significado, en ese contexto, que gilipollas, que cualquier día también lo acabarán prohibiendo, cuando ese mayoritario colectivo se empodere y exija de las autoridades un escarmiento para los infractores verbales patriarconormativos. 

En fin, que no creo en muchas cosas, pero me gustaría creerlas. En Dios, por ejemplo, en uno cualquiera no en el de este cielo que nos cubre. No me va en ello tampoco la vida, no crean que creo que aún creyendo en él voy a sentir una clarividencia particular, un conocimiento sublime del sentido de mi existencia. No. Más bien en lo que me gustaría creer es en algo más allá de la materia. En la parapsicología, en las capacidades extrasensoriales, en una extensión de la naturaleza que desborde lo puramente material, tal vez. No sé. 

A veces me quedo mirando un lápiz a ver si consigo moverlo con la mente. Me lo tomo en serio, no crean, he leído algunos de los escritos de Jacobo Grimberg. Luego de varios minutos lo cambio por una levísima hoja pensando que mi desentrenada mente tal vez todavía no pueda con el peso de un lápiz. Pero la hoja tampoco se eleva ni se desplaza. No consigo mover nada con la mente. Entonces ideo cosas más absurdas como pensar reconcentradamente en cierta muchacha y esperar a que me llame por teléfono. Pienso – lo reconozco, arteramente – que si alguna vez ocurre aunque haya sido por casualidad, eso reforzará mi subconsciente. Es decir, que estaré un poquitito más cerca de creer.  

A mí me gusta anotar las casualidades que me suceden durante mis días. Aunque lo hago sin mucho orden, así que ahora mismo no me acuerdo de ninguna. La idea sería, como hace el personaje de Solenoide, de Mircea Cartarescu, tratar de descubrir un patrón en las cosas extraordinarias que me suceden. Los mismo va y es verdad que hay alguna entidad alterdimensional que está tratando de decirme algo, de hacerme mirar en una inaudita dirección golpeando el cristal. Sí que he tenido más de una vez atisbos de esa alterdimensión, pero se me han borrado enseguida. Es una especie de intuición muy imprecisa, pero muy clara en su imprecisión, algo así como la niebla, como una nube que al instante siguiente se deshace. Pero me ha ocurrido tan pocas veces que no hay manera de entrenar ese músculo. Supongo que este tipo de experiencias son las que mantienen mi fe. Los refutadores de leyendas – siempre tengo en mis oraciones a Alejandro Dolina – demuestran incuestionablemente que ese tipo de impresiones se deben a descargas imprevistas de neuro transmisores debido a causas azarosas en el cerebro. Y te hacen traicionarte a ti mismo reconociendo que el que hayas soñado que has vuelto a soñar ese sueño forma parte del propio sueño. El déjù vu es un mito, es decir, una engañifa del cerebro, dicen. Y se quedan todo ufanos de su verdad, hinchando el pecho, los muy gilipollas. 

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