viernes, 9 de julio de 2021

Pequeño desahogo

 El viernes llegó. Cosa que el lunes aún dudábamos, tan lejos se veía. Todos los días se aprende que imposible es solamente el estado anterior de lo que ya fue. Y que no hay instante eterno. Y que después siempre es una pérdida y el camino hacia el fin. Todo pasa y nada queda. Ya lo dijo el poeta, más o menos (él tenía esperanzas de lo inmutable), pero sí sabía que lo nuestro era pasar. Por mucho que hoy duela hasta llegaremos a echar de menos ese dolor. (Hablo de dolores sencillos, pequeños, cotidianos: la muerte, el despido, la desesperación, o menos todavía, el amor no correspondido, el miedo intangible, …, otros no conozco). 

Por encima de todo pasa el tiempo y lo convierte en otra cosa, una cosa llena de matices y resonancias, olores, aromas, emociones, lo llamamos pasado y lo evocamos con melancolía.  El tiempo que fue siempre será mejor que el que está por venir, pero es solo porque es más previsible. El no saber es lo que nos aterra. Y sin embargo, si supiéramos, ¿no sería como estar sentados mirándolo suceder?, ¿en dónde estaría nuestra mano, nuestra intervención en la creación de nuestra propia vida? Son tan pocos esos momentos en los que decidimos. Y sin embargo son los que cuentan, los que contamos cuando hablamos de nosotros. Los que recordamos como nuestras gestas. 

El tiempo pasa. Y no es a la muerte a la que temo. La percibo de manera amable, como un descanso.   Otros la temen. Y aún otros la miran con indiferencia y se arriesgan a morir a cada instante, que no es riesgo para ellos, porque simplemente hacen lo que quieren hacer. Total, todos podemos morir en cada instante. ¿Quién sabe su momento? 

El tiempo pasa y va sucediéndose. Eso es un signo para la esperanza. Esto de ahora, mañana será de otra manera. Y habrá que esperar a ver cómo. No sé si haya habido alguna época del mundo en que mañana fuera algo esperanzador dados los mimbres con que se estaba tejiendo el presente. Y sin embargo en muchos aspectos estamos mejor. En otros igual y creo que en ninguno peor. Cierto que se avanza muy despacio teniendo en cuenta lo que podríamos hacer si todos tiráramos para el mismo lado. ¡Qué estúpidos somos! Si fuéramos hormigas o abejas ya habríamos alcanzado cotas tecnológicas y de bienestar social absolutamente increíbles. Lo digo por esas sociedades tan perfectamente organizadas que empujan todas hacia una misma parte y no tratan de boicotearse unas a otras la producción y el progreso de cada día por razones no solo estúpidas sino contrarias a la propia supervivencia.

 ¡Qué lento progresamos! Y no tiene visos de solucionarse. La Humanidad sigue siendo muy burra. Esas manifestaciones en Ucrania, anti LGTBIJKL… son de absoluta vergüenza. Esos popes gritando airados harían que Cristo se volviera a clavar él mismo en la cruz. Me da vergüenza que esos talibanes afganos estén esperando a que se vayan los americanos para volver a arrasar el país y devolverlo a la edad media. Pero también me dan vergüenza esos que pretende boicotear las redes utilizando sus debilidades para extorsionar porque acabarán destruyendo, por lo que creen que es su beneficio, dinero, uno de los progresos más importantes de la humanidad. Y me dan vergüenza esos chiquillos que creen que su derecho a la diversión está por encima de la salud y de la enfermedad y que los maten a todos y a mí el último.  Y no lo creen, en verdad, saben que está mal, que va contra todo lo que hace mejorar la humanidad, lo saben, pero el momento es el momento. Ahora es lo que les importa, ahora, y ya estarán muertos mañana. 

Me da vergüenza muchas veces haber nacido Ser Humano y ruego al cielo que no existan los extraterrestres porque a ver cómo les explicamos esto. Me da vergüenza cada vez que veo un gato muerto en la carretera y paso indiferente con el coche por su lado arrugando un poco la nariz y sin mirarle las tripas huyendo del cuerpo muerto. Y me alegro, en cierto modo me alegro, de que mis gatas me huyan porque soy hombre. Hay que temer a los hombres. 

¡Qué nos voy a decir! Nos tenemos miedo, y asco y desprecio unos a otros por las mismas razones indistinguibles unos y otros. Todos nos creemos el elegido de la Naturaleza para representar el Hombre ideal que debería regir como modelo del resto. Y ninguno, muy pocos, soportaríamos a  uno como nosotros. Hacen falta los otros porque si todos fueran nosotros hace mucho que estaríamos extinguidos. Unos por excesos y otros por defectos. (Una Humanidad de yoes seguiría viviendo plácidamente en las cavernas en el tiempo de los cromañones, cazando y pescando y apareándose, y chupando tallos de margarita tumbados en la hierba mirando pasar las nubes. A ellos no les debió ir muy mal que duraron 100000 años antes de que se les ocurriera empezar a montar todo este quiosco de la civilización). Y a los insectos tampoco les va mal, y a los animalitos del campo lo que más les preocupa es encontrarse con un Ser Humano de camino al retrete. ¡Qué vergüenza me da todo esto!, me refiero a ser la parte mala de la vida.

Y los hay que tienen esperanza. Que se pueden desligar de los talibanes, de los mocosos supuestos estudiantes, de los hackers internetianos, de los ejecutivos sin escrúpulos que matan para poder poner una central eléctrica en medio del río, de los periodistas falsarios, de los popes ucranianos, o los presidentes incluidos en esa lista de Reporteros Sin Frontera como enemigos de la libre expresión. “No, yo no soy como ellos” Y tal vez sea verdad, pero vamos en la misma ola y contribuimos a golpear con ímpetu la piedra del acantilado que se va desgajando. Algo podremos hacer para invertir la situación. ¿Pero, qué? 

Hablando, desde luego que no. Se habla demasiado, se escribe demasiado, se denuncia demasiado y demasiado airadamente en las redes y se proponen demasiado pocas soluciones y se estorba demasiado a los que de manera efectiva, mejor o peor, al menos se remangan para hacer algo. Es un tópico. Los anti siempre contra los pro, cada uno denunciado que el otro es el enemigo total. Seres en su estulticia convencidos de cualquier cosa. Sigan mi consejo, huyan de cualquier convencimiento, y atérrense ante cualquier convencido. No es la duda lo que mata, es la precipitación de los desesperados. 

No sé. Mira uno las noticias y no encuentra dónde agarrarse. Pareciera, a veces, que el mundo se precipita hacia uno de esos escenarios tipo el salvaje oeste,  (el de las películas, quién sabe cómo sería el de verdad) donde todos están contra todos y gana el más fuerte, el más astuto, el que tiene más dinero, el que tienen menos sentimientos, el que está más loco. Algún día, supongo, si las cosas no se tuercen demasiado, llegará la Época de la Racionalidad.

1 comentario:

  1. Un texto con unos párrafos verdaderamente poéticos que me recuerdan a Pessoa.

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