jueves, 1 de abril de 2021

Cine contado. Peeper

 Peeper (Peter Hyams, 1975)

Es gracioso el comienzo. Un tipo con pinta de detective (gabardina, sombrero Stetson), avanza hacia nosotros por un sórdido callejón, se apoya en un bajante de aguas, se enciende un cigarrillo raspando el fósforo en la tubería y nos cuenta, con voz rasposa, el reparto de la película. 


Tucker, detective. Está en bancarrota. Por más que teclea en la calculadora no consigue salir de los números negativos. Lleva toda la tarde haciendo números y no le sale ni uno bien. Son más de la doce y está en la oficina. 

Oye ruidos fuera. Alguien pasa corriendo. Sale a echar un vistazo. Cuando regresa a la oficina, otro alguien se le ha colado dentro. Es Anglisch. Quiere que encuentre a su hija, Annya. La dejó hace veinte años en un orfanato. Pero la sacaron de allí dos años después. Él no ha podido regresar antes. Ahora tiene dinero y quiere dejarle una buena herencia a la chica. Pero antes tiene que encontrarla. En el orfanato había un tal Jasper que tiene que saber algo. También hay unas fotos. En una de ellas sale un tal Prendergast.

Tucker empieza por las fotos. Identifica una casa de Beverly Hills. Se mete por la casa para adentro sin que a nadie parezca preocuparle demasiado qué hace un extraño por allí. Habla con un tipo, Frank, que dice que es el cuñado del de la foto. Con una chica, Mianne, con un perro ferocísimo (Anglisch dice que a su hijita le gustaban mucho los perros), y que tiene una hermana a la que le quedan muy bien las batas desabrochadas. Ella es Ellen. Consigue hablar con la madre pero solo saca de ella un escupitajo en una de las fotos y un poco de mermelada en la otra. Nada que aclare el asunto. Pero al menos obtiene una cita con Ellen en un local al que ella acude habitualmente. Lo único raro es lo habituados que están en esa casa a ver extraños paseándose y haciendo preguntas por allí. 

Anglisch ha tenido problemas. Hay unos tipos de Tampa, Florida, que andan detrás de él. Lo llama al despacho para que lo auxilie. Cuando llega al lugar el golpe en la cabeza no parece grave. Previendo otros encuentros, le ha enviado un paquete por correo, no sea que le ocurra algo. Pero aún no ha ido a ver a Jasper, tendrá que hacerlo Tucker. Y allá que va. Justo coincide con Ellen que va al mismo piso. Jasper no parece estar, pero está aunque de una manera algo ausente. Y boca abajo. Colgando de los pies. Extraña forma de descansar. Entonces aparecen dos tipos. Quieren saber dónde está Anglisch. Después de algunos mamporros y algunos tiros consiguen llevarse a la chica. Persecución. Se acaban metiendo en un local. Hay un humorista contando chistes en el escenario. Después saldrá una señora a desnudarse. Pero los tipos consiguen escabullirse, aunque dejan a la chica. Tucker manda a la chica a casa y vuelve a la oficina.

Por lo visto aquí nadie respeta la propiedad privada. Hay un tipo dentro hurgando con una linterna. Menciona a Jasper. Un tal Paté. No se sabe muy bien qué lo relaciona con Anglisch y los Prendergast. Mientras están tratando de esclarecerlo recibe una llamada de Anglisch. Ya ha encontrado a la chica. Ya le enviará el cheque. También le pregunta por el paquete, pero todavía no hay paquete. 

Tucker va a la cita con Ellen, pero ella no se presenta. A las tres horas llega Mianne. La del perro fiero. Ella le aclara toda la historia. La madre tuvo un pasado dudoso. Por la dudas, supongo, tuvo gemelas y las mandó a un orfanato. Pero el señor Prendergast, un hombre recto, quiso rescatarlas y criarlas en su casa, así que envió a su hermano Frank a buscarlas. Pero no les quedaban gemelas. Solo una, Ellen. Para completar el par se llevó a otra, la hija de Anglisch, Mianne, que resultó ser Annya. Ahora Frank quiere hacerle chantaje a la chica contándole a la madre el fake. La chica está preocupada y quiere que Tucker asuste un poquito a Frank para que no perturbe a la ya bastante perturbada madre. 

Hay algo raro, Tucker desconfía. Anglisch, por teléfono, le había dicho que ya había encontrado a la chica. Pero esta Mianne-Annya no parecía haber encontrado a Anglisch, o tal vez olvidó mencionarlo. Vuelve a la oficina preguntándose dónde demonios andará Ellen y dónde demonios andará Anglisch. Pues bien, la respuesta a la segunda pregunta se la encuentra tumbada en su cama plegable y con un cartelito al cuello que dice, Cerrado. Justo en ese momento llega el paquete. Y, detrás, Ellen. 

Mientras están hablando, ella le cuenta la misma historia que le contó Mianne, pero sospechosamente le presta mucha atención al paquete recién recibido, alguien hace un llama cuelga. Son los malos que están abajo. Hay que largarse y eso hacen. Mutis de los dos actores y el paquete. 

Persecución por los sótanos. Consiguen perder a los malos escondidos en un estrecho cuarto de herramientas. La proximidad crea confianza. Pero cuando van a salir ella le atiza con una tubería y trata de huir con el paquete. No lo consigue. El se queda en el suelo y aprovecha para echar un vistazo a lo que hay envuelto. Es una maleta llena de dinero.

Bueno. Pues Tucker vuelve a la casa de los Prendergast. Está vacía. Se pone a curiosear por ahí y oye un ruido. Sorprende a Paté rebuscando entre los papeles. Este le confiesa que es el abogado de Frank. Que Frank se ha largado con las chicas y la madre a Brasil o por ahí. Ellos han pillado todo el dinero de la madre y piensan largarse. Pero nada de lo que dice parece fiable. Y qué demonios anda hurgando por todas partes, ¿qué busca? Tucker lo arrastra consigo fuera de la casa. Pero hay un coche negro esperándolos. Persecución. Paté escapa. Los malos quedan atrás. Tucker consigue llegar al muelle.

Se mete en el barco. Allí encuentra a Paté. Con Paté no hay nunca ningún resultado. Es un tipo escurridizo en todos los sentidos. Vuelve a escapársele. Pero da con el camarote donde está Frank y Ellen. Allí tienen narcotizada a Mianne. De la madre nada se sabe. Cuando vamos a saber de qué va todo esto se oye un rasguño en la puerta. Es Paté, que cuando ve a Tucker sale corriendo. Tucker va detrás de él, siempre sin soltar la maleta (No lo he dicho, pero desde que descubrió lo que era, Frank no ha soltado la maleta. Un camarero del barco se la arrebató una vez, y la fue a poner justo encima de veinte maletas exactamente iguales a la suya. Tucker quiso recuperarla pero la mujer se lo impidió, es mi maleta, dijo. Llega un oficial que obliga a la mujer a abrir la maleta. En efecto, es la suya. Tucker pilla otra. Queda la duda de si será la correcta)

Detrás de Tucker corren Frank y Ellen. (Estos dos están definitivamente conchabados como explicó Paté)

Al final todos se encuentran en el comedor. Resulta que la señora Prendergast también está allí, con Paté. Ella y Paté aclaran a Frank y Ellen que sabían perfectamente todos los tejemanejes que se traían entre manos con su dinero y que, naturalmente, han tomado contramedidas. Tucker cuenta a la señora Prendergast lo de Anglisch y Mianne y decide entregarle el dinero para que ella se lo haga llegar a la chica. Pero cuando va a darle la maleta resulta que ya Ellen ha salido corriendo con ella. "Odio este trabajo", murmura Tucker, y sale en su persecución. 

Por el camino encuentran a los malos. Pelean. Caen del barco, en un bote, Tucker y uno de los malos. Del otro no se sabe nada. Ellen casi se lleva el maletín, pero Tucker consigue volver al barco. Escena final. Beso. La chica es mala, pero está buena. El dinero irá a su destino, Mianne, pero Tucker se queda con la mala. 





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