Siempre estoy entre dos ideas base del sentido de mi existencia. Una idea es que la mayor parte del tiempo rige el azar. Es decir, que nuestra situación actual en una buena parte se debe a la casualidad, en otra no menos buena parte se debe a nuestra propia iniciativa. Pienso en muchas situaciones en las que podía haber cambiado todo y que si no lo hizo no fue porque yo decidiera… actuar o no actuar, da igual, sino porque las cosas se precipitaron de una determinada manera sin darme opción. Sin embargo, la otra idea es que yo, por ser como soy, estoy completamente predeterminado y que si volviera a vivir volvería a alcanzar este punto exacto de mi existencia irremediablemente. Vale, tendría otra camisa, no me habría pelado, mi hija se llamaría Pepe o tendría un coche a rayas, pero en esencia seguiría siendo lo mismo.
Yo estoy más por esta segunda opción porque, por más que lo pienso, aquellas situaciones críticas en las que podía haber cambiado mi vida, en realidad lo que hizo el azar fue no someterme a la crisis de tener que decidir, sino que pasó de largo y tomó la opción por defecto. Son pocos esos puntos de inflexión que recuerdo, pero, en todos los casos sucedió así. Así que, aún me queda la sospecha de que si se me hubiera dado la oportunidad de tomar una gran decisión que torciera el rumbo de mi existencia, con toda probabilidad hubiera tomado la decisión que me habría traído hasta aquí.
No. Lo que pasa es que hay espíritus voluntariosos y hay espíritus remolones. Los espíritus voluntariosos corren hasta cuesta abajo, para decidir ellos en todo momento y no la pendiente. Los espíritus remisos se mueven a desgana, y aprovechan cualquier pendiente para alcanzar destinos insospechados que por sí mismos nunca alcanzarían. Nada de azar. El azar es solo un recurso no un vector. El único vector es la voluntad, mayor o menor en cada uno. Como el calor. Cuanto más energía más calor, cuanto menos, frío. La voluntad es la energía de los destinos.
Pero, ¿de dónde viene la voluntad?, vurgarmente hablando, ¿nace o se hace? Siempre ando buscando una vía de escape que me libere de la responsabilidad de una vida insatisfactoria. No es culpa mía, señor, es la sociedad la que me ha hecho así. La sociedad, la genética, la falta de imaginación, la falta de propósitos, el no estar suficientemente loco, el estar demasiado lúcido. En fin. La cobardía. Muchas necesidades en contra de ese azar que aparecerá o no. Y, si aparece, nos pillará en buen momento o no.
Esto se va pareciendo cada vez más a un péndulo. Mientras hay tictac hay tiempo. Bendito sea.
¿Y qué dirá de esto Schopenhauer?
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