sábado, 9 de mayo de 2020

Selby, epílogo

Leyendo Ultima parada, Brooklyn. Una serie de relatos donde los tíos se pasan el día en el bar hablando de motos y cuidándose el tupé, donde los tíos pegan a sus mujeres mientras piensan en homosexuales que pasan de ellos porque no tienen suficiente dinero; en homosexuales enamorados de tíos que esperan cobrar por tirárselas; de tíos que se quedan en la cama mientras sus mujeres se levantan a toda prisa para atender a los niños y vestirse para salir disparadas al trabajo, y les gritan para que callen a esos niños de una vez que no pueden dormir;  de tíos que mean por la ventana porque sus mujeres ocupan el baño, vistiéndose para ir a trabajar; ellos no tienen trabajo, pero tienen un tupé cojonudo que se cubren con una redecilla por la noche y piensan en las tías a las que se van a tirar en la próxima fiesta a la que ya tienen preparado ir; en fin de homosexuales que se sienten fastidiados porque una tía acaba de ponerse a parir en la cocina y la arrastran hasta la calle para que deje de molestar porque están teniendo una pequeña fiesta con unos macarras.

Esta es la visión del género masculino que ha dejado para la posteridad Hubert Jr Selby. Y hay muchos que todavía llevan con orgullo este modelo de comportamiento. Se imagina uno teniendo que explicar esto en el futuro, ojalá que sea un futuro en el que a uno se le caiga la cara de vergüenza de pertenecer  a esta categoría. No estoy seguro de que vayamos exactamente por ese camino.

Cierto, no todos somos así, ni mucho menos. Supongo que eso es un consuelo. Y supongo que si alguien se empeña también podrá sacar los trapos sucios de las mujeres, pero mucho me temo que tendrá que poner más inventiva.

A menudo pienso si todos esos incontables relatos que describen con pelos y señales las diversas características del mal con el piadoso fin de identificarlo cuando nos encontremos ante él y evitar dar ese mal paso, no se habrán confundido, a fuerza de repetición, de insistencia, de abundancia, con modelos de comportamiento que al final muchos adoptamos creyendo que es lo que se debe hacer.

No sé, a veces pienso que hay demasiada gente contando con demasiado detalle lo malignos que podemos llegar a ser algunos seres humanos.

Y siento decir, que todo esto no significa que me desagrade la lectura. Una lectura que revuelve las tripas no es necesariamente una lectura a evitar. ¡Esto es literatura amigo! El mal no descansa y uno tiene que estar avisado. 

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