miércoles, 26 de febrero de 2020

La tensión

— ¡Oye, que ya está, que te vas a morir!
—  ¿Pero así, sin avisar ni nada?
—  ¡Hombre!, te estoy avisando, esto es el aviso.
—  ¡Ah!, ¿entonces no es ahora mismo; ya, ya?
—  No, no. Todavía tienes un tiempo. Aunque no sé si vas a poder aprovecharlo todo.
— Eso me suena mal.
— Es que estás muy malito, tío. Y peor que te vas a poner.
— Pues yo no me noto nada.
— Es que la llaman, la muerte silenciosa.
— A quien.
— A la tensión alta.
— ¡Acabáramos! ¿Lo que tengo es la tensión alta?
— Altísima.
— ¿Y eso es malo?
— Malísimo.
— ¿Y no se quita?
— ¿El qué?
— La altura. ¡Yo qué sé!, tú eres el médico.
— No, no. Todavía no se sabe cómo quitarla. Si adelgazaras un poquito, a lo mejor… ¡Pero a lo mejor, eh, no prometo nada!
— Nada, nada, adelagazo.
— Si dejaras de fumar…
— Pero si no fumo.
— Pues no fumes menos.
— Lo intentaré. ¿Algo más?
— Nada de sal, nada de grasas, nada de café.
— No es problema.
— Nada de alcohol.
— Eso va a ser un problema. Uno tiene una reputación.
— Nada de alcohol, salvo un poquito.
— Así puede sobrellevarse. ¿Y así no me muero?
— Pues… no sé. A lo mejor no.
— ¿Y si sí?
— Pues, supongo que te morirás con unas ganas locas, porque la vida que tienes que llevar …
— Sí, eso sí. ¿Ustedes lo tienen todo pensado, eh?
— Se intenta. Son años y años de estudio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario