En
cualquier caso os tengo que decir, mamá, papá, que soy gay.
¡Uy,
os!. Perdona hijo, pero desde
que te juntas con esos amigos que tienes se te está afinando el
habla.
Déjate
de tonterías, papá, que quiero ponerme serio.
Lo
mío es peor, papá, Pepe: me temo que soy lesbiana.
¿Qué
dices, mamá? ¿Tú también con bromitas?
¿Qué
dices, mamá?
Lo
siento, pero no lo puedo callar más: me he enamorado de la vecina de
abajo.
Bueno,
yo también, y no me da por creer que soy lesbiana.
Papá,
déjate de tonterías, tú eres un hombre. Y, además, te enamoras de
cualquiera que te sonría.
Ella
ha hecho algo más que sonreírme, es decir, hemos echado un polvo.
Lo
sé, me lo ha contado mientras nos vestíamos.
¡Pero
mamá, papá, ¿qué clase de padres sois vosotros?
Joder,
tú, déjate de hablar así, que esto parece una emisión nacional.
Somos personas, nada más que personas, hijo. Entonces, ella, ¿no me
quiere?
Te
quiere, te quiere, pero a mí también.
Esto
es un caos. Y yo sintiéndome mal por no contaros lo mío.
Pero
si ya lo sabíamos, idiota, que somos tus padres.
Yo
pensaba que lo que nos ibas a contar es que te ibas a vivir con José.
Eso
venía ahora, pero es que me habéis dejado sin palabras.
Enhorabuena,
hijo. ¿Y tú y yo qué vamos a hacer ahora?
Pues,
supongo que compartir como hemos hecho siempre.
Locos,
están locos.
Hijo,
vas a tener una nueva madre.
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