viernes, 20 de septiembre de 2019

La realidad y el sueño


La vida es ese combate de boxeo que tiene un claro vencedor que derriba a su oponente en cada asalto. Pero este, milagrosamente, consigue ponerse en pie al siguiente para caer de nuevo justo antes del gong.
Se derrumbará por KO en algún asalto o perderá irremediablemente por puntos al final. Pero, a pesar de ello, seguimos apostando por él.

¿Qué quiero decir con esta tontería? Que la realidad es la que prima sobre el sueño. Que la realidad es la que tiene puños, y piernas, y golpea, mientras que el sueño, ¿qué es? Solo una capa de imaginación que interponemos entre la realidad y nosotros. Pero a poco que lo analicemos todo es ficción. Las formas, los conceptos, todo se lo aplicamos nosotros a esa matriz infinita de percepciones que recibimos de la realidad. Lo que diferencia a un armario de un dinosaurio manso es solo una interpretación de disparos neuronales. Llamamos realidad a la parte de esa interpretación que nos sirve con más efectividad e inmediatez para desenvolvernos y sueño a otra forma de interpretarla que no está tan pendiente de la respuesta que recibamos. Pero al final todo es el mismo continuo, uno más acá y el otro más allá de un impreciso límite que está determinado por la supervivencia. En nada nos perjudica percibir un armario como un dinosaurio manso, pero es muy peligroso interpretar un coche que viene hacia nosotros a toda velocidad como un amigo que viene a saludarnos.
La cuestión es que pese a su inefectividad nos emperramos en conservar los sueños. Mira las canciones, mira las películas, mira los libros, mira esos extraños cuadros o esculturas. El arte en general. Conceptos como amor, amistad, valor, patriotismo, compromiso, que tenemos perfectamente idealizados, imprecisamente definidos. Que chocan cada día contra sus consecuencias en la realidad, la consecuencia de creer en ellos,  pero que no por ello abandonamos. La violencia misma como sueño, mira esas películas con las que estamos tan fascinados y enfréntala a la realidad de una guerra. Es increíble que el,  yo qué sé, noventa por ciento del cine que vemos se centre en alguien que mata a alguien por una imbecilidad como tener más dinero para comprarse coches, o bikinis, o estar tumbado en una piscina tomando daikiris. ¿Por qué nadie analiza esas cosas o, si lo hacen, no salen todos los días esos análisis en los periódicos para que comprendamos lo estúpidos que somos?
No se trata de no soñar, dios me libre. En todo caso se trataría de ser más coherentes con nuestros sueños. Tal vez redefinir nuestros sueños en función de la realidad. Tal vez actuar sobre la realidad para que nuestros sueños sean más factibles. Pero es que la única realidad somos nosotros. Es decir, donde único tenemos que actuar es sobre nosotros; y todo lo demás … todo lo demás es inamovible, porque esa es la auténtica realidad. Cuando nos tropezamos con una piedra deberíamos dejar de esperar a que la piedra se quite.

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