En la tal película hay un fulano, que se llama Doménico. Estaba loco. Lo tuvieron que sacar de su casa donde tuvo encerrados a su mujer y su hijo durante siete años porque temía que llegara el fin del mundo. Cuando el personaje, el poeta ruso Gorchakov, habla con él, Domenico apenas le explica que había sido egoísta; que él había pretendido salvar solamente a su familia; pero que ahora se proponía salvar a toda la humanidad. Esta es la razón de este discurso final. Despertar a la humanidad.
Mientras él está dando este discurso, Gorchakov está en la piscina de Santa Caterina, cumpliendo la promesa que le había hecho a Domenico: cruzar la piscina de aguas sulfurosas con una vela encendida. Doménico lo había intentado pero los espíritus le apagaban la vela. Por eso se lo pidió a Gorchakov, que, en un primer momento, rechazó la tontería, pero luego, cuando supo que Domenico estaba en Roma, recordó el compromiso y decidió cumplirlo. Casualmente, y es un signo benévolo, cuando llega a Santa Caterina, han vaciado la piscina para limpiarla. Después de varios intentos, lo consigue.
Por las mañanas salgo a pasear a Poncho. Una ciudad es todas las ciudades. Pero cada una es "todas las ciudades" a su manera. Esto es un poco de la mía.
La música final es un fragmento del tema Valuska, del compositor Húngaro Mihaly Vig. Lo conozco (el tema y al compositor) de las películas de Bela Tar. Este tema en concreto pertenece a la la versión que hizo Tar de la novela de Lazslo Krashnahorkai La melancolía de la resistencia.
(para compensar la falta de calidad del vídeo, el autor trata de despistar a los oyentes-lectores con un palabrerío lleno de referencias cultas que trata de mantener el respeto que los oyentes-lectores le han perdido al ver y oír el infame vídeo que les ha colado)
Mola
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