martes, 30 de julio de 2019

Predicciones, cataclismos y ángeles que no vinieron

Al final de curso siempre me acometen los más insospechados miedos. Miedos irracionales a nada concreto. Simplemente miedos. Yo creo que se debe a que se produce el cambio del comienzo de las vacaciones y todo cambio provoca crisis. Yo soy una persona de monotonías muy arraigadas. Me hago un hábito en cinco minutos.
En fin. Que me da por mirar vídeos de profecías apocalípticas. Hoy he descubierto al famosísimo en su tiempo Edgar Cayce que prometía una inversión de los polos para un día de estos. Escuchando y mirando un programa sobre este hombre, mencionan, naturalmente, al famoso Nostradamus, que para este año promete la tercera guerra mundial. En el mismo programa mencionan, muy de pasada a la Madre Shipton, de la cual nunca había oído hablar, que asegura no sé que, porque no me entero
“Los hombres amarillos ganarán gran poder del oso poderoso, a quien ellos ayudarán. Estos tiranos no tendrán éxito en dividir el mundo en dos, mas de estos actos nacerá un gran peligro. Y una fiebre intermitente dejará muchos muertos”. 
Dicen que los amarillos son los chinos y que el oso son los rusos, pero ¿se pelean o se hacen amiguitos o qué? ¿Y dónde está el águila aquí? ¿O el gallo y el toro simbolizando el resurgir de los imperios hispánico-portugueses?.
Más reciente parecen ser las de un tal Scallion que ya promete el maremagnum y la rehostia con una redistribución planetaria de los continentes, hundiéndose unos por aquí y levantándose otros por allá.
Baba Vanga también dice que todo va a ir mal con los chinos.

Lo que me preguntaba leyendo todas estas cosas –en el trabajo, ja, estoy a punto de irme de vacaciones– es: ¿qué sentido tiene avisar a la gente de que le va a sobrevenir un peligro tan inmensurable que le va a resultar imposible tratar de evitar sus consecuencias? ¿No sería más piadoso no decirles nada y que cuando les caiga la piedra en toda la cabeza los pille sonriendo o distraídos mirando la televisión? Por qué ese empeño en avisar de las barbaridades que van a ocurrir, y no anunciar las cosas buenas que podrían pasarnos si dejásemos de ser tan gilipollas. Al menos Chico Xavier esperaba que un ángel bueno viniera a felicitarnos por no habernos matados en estos cincuenta años que nos dio de prueba. Al final el ángel no vino, será que todavía desconfía. No me extraña.


Post y tal:
Después de estos acontecimientos habrá una época de bendición.
Aquellos, quienes la vivirán serán muy felices y bienaventurados.
Pero la gente tendrá que empezar ahí, donde sus abuelos empezaron. (Alois Irlmaier)

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