jueves, 27 de junio de 2019

Arbolitos, Au paires y Judíos

Cultivo sin mucha maña pero con férrea perseverancia un arbolito en la zona del mirador. Ya tiene unos dos años de trasplantado al aire libre. Lo cultivé desde semilla, en casa. La semilla la pillé de un arbolito de algún parque de la ciudad, ni siquiera sé qué árbol es. Cuando me pareció que era lo suficientemente grandecito lo trasladé hasta aquella zona. Ya lo había intentado con un limonero, pero no lo consiguió, el pequeñín. (Sí, tengo muescas en este corazoncito de jardinero)
Bueno, pues me han partido mi arbolito. Vive aún, pero tiene una severa contusión, clara quebradura en su tronco de apenas 25, 30 centímetros. Sospecho que el culpable es algún dueño de perro distraído que va siguiendo al can mientras este busca el lugar idóneo para depositar sus heces. Los perros son muy exquisitos en esto, al contrario que los humanos que tiran su mierda en el instante donde les pilla el impulso de deshacerse de ella. Eso sí, se ocultan pudorosamente para no enseñar el culo o la pilila.
Lo cierto es que le tenía el entorno descuidado. No me decido a determinar si es mejor el ocultamiento o la visibilidad. (Precisamente en la conferencia de ayer se hablaba de camuflaje) Por un lado creo que cuanto más expuesto, más sujeto está uno a ser víctima explícita, escogida por los que practican el mal de manera consciente, pero el ocultamiento, la mimetización con el entorno, el no destacar, provoca lo que le ha sucedido a mi arbolito, que es que una distracción pudo haberle causado la muerte. La gente sin mala intención respeta aquello que le parece que debe ser respetado, pero trata con indiferencia aquello que no considera que sea digno de atención. Sin destacarse demasiado mi arbolito era una excrecencia más de lo verde sucio y medio seco que crece por allí, rodeado de cagadas de perro y multitud de papeles y demás porquería. No es que sea un basurero pero ha conocido tiempos mejores. Mi opción ha sido arriesgarme ahora por el otro lado y destacarlo con un círculo de piedras para que todos adviertan que hay alguien que se está preocupando por aquello. La ventaja de destacarse es que dejas de ser un objeto indiferente del medio pero te conviertes en un posible foco de atracción para los que explícitamente desean cometer tropelías. Afortunadamente estos son muchísimos menos que los distraídos, pero van más a saco, a tiro hecho, con los propósitos más definidos.
La indiferencia me carcome. Me refiero al comportamiento indiferente o fingidamente indiferente de la humanidad. Tengo una frase que refleja esto: “La indiferencia daña, pero no disfrutas. Si quieres disfrutar con el daño que provocas a otros, sé consciente. Si no quieres dañar a otros, sé consciente”
Estoy leyendo el libro de Hannah Arend, Eichman en Jerusalem. Ahí lo que queda claro es que la indiferencia o la indiferencia fingida mata, y mucho. En este caso la indiferencia con que mataban porque, simplemente, tocaba matar, era una orden. Y lo importante era cumplir la orden, no esos cuerpos ruidosos y molestos. Y los medios que se organizaron para acabar con ellos fueron de los más prácticos, desde dispararles al borde de las fosas para que calleran directamente en ellas hasta meterlos ya desnudos en camiones cerrados en los que en el traslado a las fosas derivaban la salida de gases del camión a la caja donde iban amontonados, de manera que al llegar a las fosas ya estaban asfixiados y listos para enterrar. Pero también está la indiferencia, fingida o no, de los que sabían lo que se estaba perpetrando y se hacían los locos o se aprovechaban de ello porque, o lo hacían ellos o  lo harían otros y ellos perderían la oportunidad. Ayer pusieron por la tele un reportaje sobre las condiciones de trabajo de la/os au paire españoles en Inglaterra.  Se supone que los contratan para que se sumerjan en el idioma en una familia a cambio de alojamiento y un servicio de acompañamiento de los niños. Lo que realmente ocurre es que ellos exigen un trabajo de sirviente, es decir, alguien que además de cuidarles los niños durante 13 horas al día, les mantiene la casa en su punto fregando, limpiando, y lo que se tercie. No comprendo cómo esos muchachos aguantan vivir en esas condiciones que tanto traicionan el propósito inicial (ellos explicaban, porque en España no hay trabajo), cuya idea central es que estudien al tiempo que obtienen una pequeña remuneración por un trabajo sencillo. Algunos de ellos no tenían literalmente tiempo para acudir a ningún tipo de clases. En cuanto a la inmersión, las familias simplemente no hablaban con ellos. El colmo del asunto es que después de pasarse 13 horas al día cuidando a sus hijos, no les permitían estar con ellos en el salón o en la cocina porque invadían su intimidad. Seré bruto pero este tipo de comportamiento es el que tendría cualquier familia alemana en el tiempo en el que los judíos eran tratados como individuos de cuarta clase. En el programa medio entrevistaban a uno de estos anfitriones y el hombre, de unos cuarenta años, consideraba perfectamente normal el trato que les daban a la persona que tenían cuidando a sus hijos, es más se consideraba un benefactor. Es imposible que una persona en sus cabales no advierta cuándo está despreciando, humillando , esclavizando a otra persona, por eso mi empeño en matizar siempre que esta indiferencia es bastante fingida. Saben, pero no lo van a declarar, que están aprovechándose de las debilidades del otro. Y esto no ocurre en un barrio periférico de un país miserable sino en una familia de clase media en la mismísima Gran ...isla.
Quizá sea un poco excesivo hasta donde me llevan los pensamientos después de haber descubierto la herida infligida a mi arbolito, pero me afectó mucho la situación de aquellos chicos y chicas. Y por supuesto me sentí culpable por mi situación de privilegio como se sintieron culpables los supervivientes de las matanzas de judíos, por considerar que no había ninguna razón para que ellos hubieran salvado la vida y los otros no.

EPÍLOGO:
Hoy, jueves 11 de julio, cuando he ido a regarlo, he descubierto lo que en las noticias se describiría como un macabro hallazgo: el trocito de terreno delimitado por piedras estaba vacío, y el cadáver de mi arbolito aparecía tirado un poco más allá.  Tengo dos hipótesis: a) el árbol intentó escapar; consiguió desenterrase incluso rompiéndose una parte de la raíz, pero no contaba con que, como los peces fuera del agua, no resistiría mucho tiempo fuera de la tierra. b) una mano anónima lo arrancó con toda la intención y propósito que su estado de conciencia le permite albergar y lo tiró a un lado como una cosa, por alguna desconocida razón, entre las que no está, evidentemente, el rapto.
Lo he replantado en una maceta en casa. Veremos a ver si consigue recuperarse de esta. Por un lado, un poco por encima de la rotura le estaba saliendo una ramita verde muy prometedora. Es como si hubieran asesinado a una hembra embarazada. ¡Terrible!


2 comentarios:

  1. Borraste tu entrada anterior. No huyas.

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  2. Sí. Me precipité. Pero saldrá próximamente. Es una estrategia publicitaria. (los domingos siempre abro una botella de vino y me precipito en mis actuaciones)

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