sábado, 15 de septiembre de 2018

No sé; una cosa sobre palabras y semáforos y la civilización occidental.

 Estaba poniéndome un comentario a mí mismo a cuenta de haber utilizado "purpo" en lugar del "pulpo" y me salió tan largo, como comentario, que me digo, dígome, ¿por qué no aprovechamos para incluirlo en otra de mis heteróclitas entradas?; y, dicho y hecho, voy y aquí estoy:


Yo sé que "purpo" está mal escrito. Y ese es su encanto. Y espero, por todas las fuerzas de la naturaleza desatadas, que nunca sea incluida en el diccionario de la RAE (...puse:como lo fue "cocreta", palabra que antes de su reconocimiento me gustaba tanto por lo que tenía de popular y que ahora me parece zafia y ordinaria), pero se me ocurrió comprobarlo y, en efecto, NO ESTÁ, nunca ha sido incluida; tal vez haya sido alguna vez propuesta y los que informaron de ello la dieran ya por definitivamente aceptada; tal vez no les preocupara todo lo demás sino el simple hecho de poder informar que "cocreta" estaba propuesta para ser aceptada como palabra, si no correcta, al menos admitida en el recinto sagrado de las palabras. 
En cambio sí define:  [como "posverdad" la "distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales"--palabras del director de la RAE en una conferencia, según cita el Diario.es], de lo que, al parecer, no nos salvamos ninguno...bueno, ninguno de los que somos tan perezoso que preferimos creernos lo que nos dicen a tomarnos la molestia de comprobarlo. Generalmente porque es algo tan irrelevante que ni nos merece la pena estar haciendo esos esfuerzos. 

Pero irrelevancia a irrelevancia es como se va construyendo el sistema de creencias en el cual estamos sumergidos y es sobre lo que se sostienen las verdades más determinantes de nuestra existencia cotidiana.

Tal vez me aparte del tema pero me acuerdo de un suceso del que fuimos espectadores el otro día, y fue que justo íbamos a cruzar un semáforo en rojo por el que no estaban pasando coches ni se preveía que fueran a pasar en el tiempo que nos tomaría cruzar la calle, cuando observamos que en el otro lado habían unos guardias que esperaban pacientemente a que el semáforo se pusiera en verde. Más por el temor a la autoridad que por seguir su ejemplo nos paramos nosotros también a esperar el verde, pero no hicieron lo mismo unas chiquillas que, prescindiendo de autoridad y ejemplo, saltaron a la calzada y comenzaron a cruzar. Uno de los guardias las llamó y las obligó a regresar a la acera hasta que el semáforo nos diera paso, y las chicas, entre protestas, obedecieron.
No nos gustaron las formas de emplear la autoridad de los guardias, pero tampoco nos gustaron las formas anárquicas e irrespetuosas de las jovencitas, y sin embargo tendíamos a darles la razón a ellas, debido a que, en efecto, esperar a que un semáforo en rojo se ponga en verde para cruzar por una calle por la que no pasan coches es un acto que se antoja un poco absurdo, inútil; y que ser espectador del ejercicio de la autoridad usado de manera poco elegante no es un espectáculo que mueva a simpatía.

Pues bien, enlazando con esas irrelevancias que decía arriba, la civilización occidental, con sus cosas buenas y sus cosas malas, pero que la mayoría de nosotros preferimos a otras, se construye en base a estas pequeñas irrelevancias. A mí me sigue pareciendo maravilloso que en nuestras calles, los coches tengan la tendencia, en su mayoría, a pararse delante de un paso de peatones previendo que hay una o más personas con intenciones de cruzar. Me parecen fascinantes los semáforos y su orden de pasar y no pasar hayan o no coches de por medio. Si todos tuviéramos verdaderamente interiorizadas todas esas normas de comportamiento, nuestras sociedades serían esos auténticos lugares seguros en los que todos hemos querido vivir durante generaciones y generaciones y que, por alguna razón, somos incapaces de construir, o de permanecer en ellos una vez que tenemos todos los elementos para lograrlos.

Los guardias, probablemente, no eran conscientes de que estaban defendiendo a la civilización occidental cuando llamaron la atención, tan irrespetuosamente, a aquellas irrespetuosas muchachas; estaban más pendientes, probablemente, del desacato a la autoridad que la desinhibición juvenil les infería, pero de alguna manera contribuyó a que este sistema no se desmorone, como sí lo estaban haciendo las jóvenes con su aparentemente banal comportamiento.


3 comentarios:

  1. No sé. También existe la posibilidad de que los guardías actuaran ante la presencia de testigos respetuosos del orden - tu compañía y tú - que pudieran reprenderlos a ellos por dejación de sus obligaciones. En ese caso no estarían defendiendo a la civilización, solo serían un síntoma más de su desmoronamiento: el cumplimiento del deber solo de cara a la galería.

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  2. En defensa de los guardias diré que cuando llegamos nosotros al semáforo, ya estaba en rojo y ellos esperando. En cualquier caso, fuera por soberbia o por sentirse "intimidados" por nosotros, permanecieron allí, no como esas alocadas jovencillas que se lo saltaron todo, autoridad, semáforo, ejemplos modélicos de ciudadanos, y principios fundamentales de la civilización occidental. Saludos, A.

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  3. Yo estaba presente. Las formas chulescas del único guardia que llamó la atención a las jovencitas (los otros permanecieron callados mientras el machomán con uniforme se despachaba con ellas) y la actitud de las jovencitas no me hace albergar demasiadas esperanzas de orden en este mundo. El guardia consiguió que respetar una norma resultara humillante para ellas y muy incómodo para quienes lo observábamos. Daba la impresión de estar más interesado en someter y humillar que en el orden mundial. Además era de los municipales de uniforme oscuro

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