Inmejorable reseña del libro Inventos y Mixtificciones de Riforfo Rex (por su propio autor)
Hace ya algún
tiempo, en diciembre de 2016 hirió la luz sus figurativos ojos, que
se publicó este libro del que hoy nos ocupamos, tal vez una
ocurrencia humorística de la Editorial Mercurio o el exceso de
ociosidad de su editor don Jorge Liria. Pasó en su momento
desapercibido y no creemos que su destino sea otro después de esta
breve reseña que le dedicamos, quién sabe por qué: por lo
extravagante, tal vez, de su propuesta, por lo infame de su estilo,
por lo irrelevante de su contenido. Ojalá nos equivoquemos porque
significa que aún hay sorpresas que nos aguardan en la vida pese a
las frustrantes perspectivas.
Su título ya es un
fraude, Inventos y Mixtificciones, y el supuesto patronímico
de su autor una regañisa, Riforfo Rex. Todo viene,
supuestamente, a cuenta de cierto personaje barojiano del cual luego
no se aprecia rastro alguno en la obra en curso, resultando una
referencia ciega y gratuita.
Se compone de una
serie dispareja, tanto en dimensiones como en calidad, los hay malos
y los hay peores, de relatos absolutamente heterogéneos, resultando
una miscelánea sin ningún nexo de unión salvo una extravagancia
pronunciada que los contamina a todos y que debe ser, sin duda, la
firma del autor. Sin llegar a ninguna conclusión acerca de por qué
han sido agrupados de esta manera, el índice nos indica que se han
clasificado en 9 epígrafes: Espejismos, Inventos,
Noticias, Re-visiones, Desclasificados,
Cuatro Elementos, Smoking Room, Las Esmeraldas Salvajes
y El Capitán Nombrete y su Grumete Cacaculo.
Espejismos
encierra, aunque no lo suficiente como para protegernos de su
lectura, unos doce relatos. En ellos podemos encontrar tanto
estupideces acerca de los espejos sin ningún fundamento científico
(¿un espejo que refleja si no hay luz?) como extravagancias
erotizoides con frutas y hortalizas. Solo puedo decir de ellos que el
espejismo a que alude es el que sufrió el autor cuando se atrevió a
pensar que algo de lo que aquí se contiene podría interesar a algún
hipotético lector.
Inventos
tiene, me aventuro a sugerir, el propósito de indicar que los
relatos enmarcados tratan de abordar de algún modo contenidos
científicos, les ilustro: desde unos jóvenes que consiguen colorear
las secreciones gaseosas gástricas (vulgo bufos) hasta una
máquina fotográfica que hace desaparecer el paisaje. No sigo,
porque todo resulta tan absurdo que cualquier ánimo mínimamente
racionalista es incapaz de soportar tanta insensatez.
Pasamos a Noticias,
donde este siniestro personaje que se hace pasar por autor ocultando
su verdadero nombre, queremos suponer que de la vergüenza que esta
publicación le hace pasar, ha tenido el atrevimiento de creer que
imita, de alguna manera, el estilo periodístico, citando, incluso,
para, de manera completamente naif, hacernos caer en el engaño,
algún titular de actualidad, en su momento. No lo consigue, por
supuesto, obteniendo a cambio solo disgusto y desprecio. Destacar
como particularmente desafortunada la insersión en este apartado de
un primer relato en el que simula un estilo literario epistolar pero
redactado por un supuesto personaje del siglo dieciséis narrando una
grotesca aventura que sugiere un cruce temporal. «Particularmente
desafortunada la insersión»,
aunque absolutamente irrelevante, porque, si ello enmendara el libro
en algun grado, hubiera encajado mejor en la sección Inventos.
Y llegamos a las
sección Re-visiones. Re-pelentes relatos revisando, si eso es
lo que quiere referenciar el epígrafe, a grandes autores
consagrados, que, si esto fuera de verdad una religión como dios
manda, merecerían someter al autor a un Juicio de Dios. El consabido
dinosaurio de Monterroso, el castigado Bernardo Soares, el malparado
Henry David Thoreau, o el desvirtuado Lewis Carrol son aludidos sin
absolutamente ninguna gracia en estos textos sin gracia. Se atreve,
incluso, a creer que le enmienda la plana al mismo Homero, y a
sugerir una variante absolutamente herética de ciertas prácticas
cristianas.
En Desclasificados
debería haber insertado todo el conjunto por ahorrarnos trabajo,
pues hasta ahora nada de lo que hemos mencionado merece ninguna
clasificación. Pero hemos de señalar un único diamante en este
barro, cierto Negro Asunto
que no del todo mal consigue emular el ya, por otra parte, tan
gastado género negro. El relato Loro
Perro Gato y Yo, desde
el título desazona, y su lectura, necesariamente perjudica al buen
gusto y, seguro, estomaga.
Salto
por encima de Cuatro
Elementos, que no merece
el sufrimiento de los lectores. Y aterrizo, tal vez con peor fortuna,
en Smoking Room.
Pretende simular un relato centrado en el hábito de fumar donde se
narran
circunstancias de una serie de personas que acuden a una terapia de
deshabituación. Los relatos están desacordados, no se percibe un
nexo de unión temático entre ellos, rozan el sentimentalismo y
carecen
absolutamente de profundidad psicológica. (¡qué podíamos esperar,
por otra parte!, pero el rigor reseñista me obliga a mencionarlo).
Los
dos últimos relatos, de mayores dimensiones que todos
los
anteriores,
pero sin llegar a creer que el autor haya tenido que trabajar para
completarlos, tal vez tengan alguna gracia, pero es muy probable que
las levísimas simpatías con que los hemos
leído solo se deban al
hábito de hozar entre tanta miseria intelectual.
Las
Esmeraldas Salvajes es
un insostenible relato que si fuésemos tan osados como el autor
podríamos enmarcar dentro de la ciencia ficción si no fuera porque
no hay ciencia por ninguna parte , sobrando la desvergüenza por
todas ellas; a destacar la del personaje, ya creado en otro relato de
tan infausta memoria como este, del
detective Ric Cardo, penoso
y patético.
En
cuanto al Capitán Nombre
y su Grumete Cacaculo,
si dijéramos que sus nombres guardan al menos cierta coherencia con
el pésimo gusto que tiene el autor para elegir seudónimos ya
estaríamos echando sobradas flores sobre esta narración que
practica sin éxito una especie de recreación melíflua del mito del
Judío Errante.
Y
varias horas y muchas arcadas después puede usted decir, lector, que
ha superado el ocho mil de la desfachatez de las letras canarias.
Invaluable mérito que yo voy a ser el primero en despreciarle, que
mejores actividades existen para malgastar
el tiempo. Y si al menos pudiéramos hablar de estilo, de
fluidez del lenguaje, de musicalidad, de cierta erudición, de alguna
gracia; y si al menos el autor fuera guapo.
Una reseña cruel, basada en juicios "impresionistas" que hablan bastante mal de su autor, motivado, sin duda, por el resentimiento y la envidia. Por otro lado, me gusta mucho.
ResponderEliminarTomo nota de sus opiniones, por supuesto. Pero le aseguro que poco resentimiento y ninguna envidia de personajillos con tales desvergüenzas. Hace falta un poco más de dignidad para despertar mi envidia.
ResponderEliminarSi no hubiera leído ya el libro comentado, su reseña me habría despertado ansia viva por leerlo y descubrirlo; por desgracia, conociéndolo ya, habré de conformarme con releerlo.
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