martes, 10 de enero de 2017

Una pizca de luz

Recuerdo mucho esas palabras, bueno, no las palabras exactas, pero la idea, que expresa Rilke en sus Cartas a un joven poeta, acerca de que uno debe preguntarse si de verdad es una necesidad para él escribir. Las recuerdo porque yo siento que no es una necesidad para mí escribir. Que escribo no sé por qué, supongo que porque me aburro y escribir es una forma de eludir el aburrimiento, pero no por necesidad. Esto me hace para Rilke un escritor menor, supongo.
Pero en mi defensa tengo que decir que creo que «Necesidad» es una palabra muy precisa que demasiada gente usa poéticamente. Hay muy pocas cosas necesarias, excuso mencionarlas porque algunas no tienen muy buena prensa, todo lo demás lo hacemos para rellenar el tiempo que estamos vivos, es decir, para soportar la vacuidad de la existencia.
Creo que rellenar esa vacuidad con sentido es el verdadero problema del que se está hablando cuando se habla de esa «necesidad», un problema del que, me temo, solo juzgando por mi apreciación personal de los otros, muy pocos se ocupan. La gran mayoría, lo que hacemos es eludir esa sensación aturdiéndonos con diferentes actividades. (Y no solo hablo de drogas o sexo a tutiplén. A mí me fascina cualquier persona que se dedique con intensidad a cualquier asunto, desde estudiar hasta practicar sexo, desde matar hasta ejercer su actividad laboral con empeño y dedicación. Y creo que esas actividades tienen por objetivo lograr ese aturdimiento, esa inmersión en una actividad que distraiga a la mente de consideraciones inútiles como son las de buscarle un sentido a la existencia).
Sin embargo, puede que cuando Rilke habla de necesidad está diciendo que en efecto él encuentra el sentido de su existencia escribiendo. Y aunque tampoco creo que eso encaje exactamente en el concepto de necesidad, se aproxima un poco más. Puede que no sea «necesario»  encontrar un sentido a la existencia, de hecho la mayoría vivimos sin tener esa sensación de sentido, cuando no sin creer que haya en realidad nada a lo que dar sentido sino que simplemente hay que vivir y punto, y todo lo demás es ocio mal empleado, pero sospecho que una existencia con «sentido» es una existencia más «plena». Todo está entrecomillado porque confieso que no sabría explicar qué quiero decir con que una existencia sea «más plena», si no es porque no sientes cada dos por tres el impulso de preguntarte para qué estás viviendo, pasando penalidades muchas veces y otras simplemente eludiéndolas hasta que un día vas y te mueres.  Y además soy consciente de que ese impulso solo lo sentimos los que nos podemos permitir ratos de ocio y aburrimiento para preguntarnos por esas cosas. Los que tienen que trabajar de verdad para vivir, es decir, los que tienen que emplear todo su esfuerzo e ingenio cada día para procurarse el pan de exactamente hoy, y mañana ya tendrá su propio afán, no tienen tiempo para preguntarse por la plenitud de sus vidas. Somos nosotros, los ociosos, los que podemos mirarles, y mirarnos, y preguntarnos, ¿para qué todo ese esfuerzo?, ¿para qué la vida? Y aún más allá, ¿para qué la materia y la existencia en general de toda cosa?
La cuestión que se trata aquí, me parece, es si esas preguntas tienen algún valor, algún interés. O si simplemente son la forma de rellenar el tiempo de vivir de los que hemos conseguido desocupar de la, esta sí, necesaria labor de procurarnos el sustento, algunas horas al día, las suficientes como para haber reposado de las anteriores y aún no tener que pensar en las siguientes. Formas de rellenar el tiempo que están al mismo nivel y con la misma importancia que quienes se dedican a estudiar el imperio otomano o a explorar la inmensidad del espacio en busca de extrañas galaxias ( a 325 millones de años luz) o quienes se dedican a cosas más prácticas como a robar lo que puedan en política o donde sea para poder cubrir las paredes de su retrete con costosísimas obras de arte. En fin, la cuestión es si aporta algo a la evolución personal, por de pronto, o de la humanidad, siendo más pretencioso, o de la vida, rozando ya la soberbia, hacerse preguntas acerca de si vivir tiene algún sentido, y si empeñar el ánimo de uno en tratar de encontrar cuál sea ese sentido y tratar de aplicarlo o asumirlo en la propia vida va a cambiar algo.
Pues no tengo respuesta. O tal vez sí que la tengo, pero me hago el loco. O simplemente me mantengo en la duda esperanzadora de que sí lo tenga, interés, y que sí que cambiaría, como al parecer le debe haber ocurrido a poetas como Rilke, por más que, en mi caso, todavía no haya encontrado un resquicio por el se cuele una pizca de luz que me confirme la existencia de ese otro lado.
No estoy seguro de haberme encontrado nunca, no digo físicamente, que la interacción personal siempre me ha parecido un obstáculo para alcanzar a comprender el verdadero parecer de las personas, sino en los libros, con alguien que de verdad me parezca que camina orientado hacia ese punto de luz que debe ser el vivir una vida con sentido. He leído a pensadores como Krishnamurti, René Guenón, o Gurdjieff que me podrían hacer pensar que ellos saben algo que yo no sé. Pero siempre me quedo con una sensación de solo palabras en sus discursos, no sé si será que espero una especie de manual de instrucciones que me diga claramente cuáles son los pasos que debo dar para ponerme en su mismo camino. No digo ya libros de autoayuda que abusan del palabrerío estereotipado que debido a ese abuso termina por perder todo significado. Y en cuanto a la filosofía clásica, en muchos casos simplemente no entiendo qué demonios me están diciendo, y, cuando lo entiendo, a la conclusión que llego es a la de que así somos; y, bueno, bien, así somos, pero y ahora qué. En cuanto al resto de los que pudiera parecer que viven guiados por esa luz, son gente que ha encontrado algo que saben hacer, es decir, gente que ha encontrado en su actividad una autosatisfacción, generalmente porque es refrendada por otros, que es como haber encontrado aquella palanca del ratón que le provocaba un orgasmo cada vez que la pulsaba (esto lo leí en algún lugar que ya no recuerdo) y ya se instalan en esa autosatisfacción que les llena completamente.(No otra cosa es la fama). Tal vez eso sea «sentido».
¿Pero, al final, yo de qué es de lo que estoy hablando? Hablo, supongo, de la «angustia de vivir». Recuerdo algo, lo busco y está en mi blog. Una cita de Camus que en una ocasión anterior (5 de diciembre de 2012) ya me llamó la atención y que resume y concluye esta reflexión:

"Llega siempre un tiempo en que hay que elegir entre la contemplación y la acción. Eso se llama hacerse un hombre. Esos desgarramientos son espantosos, pero para un corazón orgulloso no puede haber término medio. Existe Dios o el tiempo, esta cruz o esta espada. Este mundo tiene un sentido más alto que supera a sus agitaciones o nada es cierto sino esas agitaciones. Hay que vivir con el tiempo y morir con él o sustraerse a él para una vida más grande. Sé que se puede transigir y que se puede vivir en el siglo y creer en lo eterno. Eso se llama aceptar. Pero me opongo a este término y quiero todo o nada. Si elijo la acción, no se crea que la contemplación es para mí una tierra desconocida. Pero no puede dármelo todo y, privado de lo eterno, quiero aliarme con el tiempo. No quiero tener en cuenta la nostalgia ni la amargura y lo único que quiero es ver con claridad."


Esto significa que yo aún no me he decidido. Aún no me he hecho un hombre pues me sigo debatiendo en la elección.

1 comentario:

  1. Oiga, Riforfo, los mejores escritores son los mejores ociosos. El resto son plumas de adorno, pues hay quienes no pueden concebir que escribir poesía también pueda ser un ejercicio extremadamente trivial y vano, entonces recurren a su retórica para dejarlo en alto. Como si sus libros fuesen a salvarnos. En el mejor de los casos accederemos a la verdad de un autor tan mortal como nosotros. Un farsante, al fin y al cabo.

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