martes, 26 de abril de 2016

Acta de absolución



Después de años de ser despreciado por las mujeres que más he amado, he llegado a la conclusión de que estas no me despreciaban por mí mismo, sino a causa de un dictado suprapersonal que les venía impuesto por pertenecer a la clase de mujeres que a mí más me gustaban.
Alcanzada la madurez, física y mental, y apaciguados los ánimos tras años de incomprensión, impotencia y sufrimiento, he conseguido atisbar la iluminación de la verdad, que siempre me ha acompañado, aunque nunca he querido mirarla de frente, de que en ese desprecio no intervenía propiamente su voluntad sino que éramos víctimas de una fatalidad en la que ambos (ellas, las mujeres que más me han gustado, y yo) jugábamos un papel antagonista.
Es por esto que no les guardo rencor, y continúo en mis meditaciones buscando la razón por la cual el destino me ha señalado (a mí, pero también, tal vez a ellas) por un tan singular castigo. 

11 comentarios:

  1. Cualquier cosa antes que reconocer que ha sido toda la vida un pobre diablo.

    ResponderEliminar
  2. Bueno, chicas, tampoco se trata de abusar.

    ResponderEliminar
  3. pero el chiquillo era simpático, a mí me hacía reir

    ResponderEliminar
  4. pero te has puesto gordísimo

    ResponderEliminar
  5. y raro, el tío era raro, es raro, y me temo que lo seguirá siendo, aunque hace tiempo que no lo veo en persona, hola R.

    ResponderEliminar
  6. Vaya por delante que yo no soy el anónimo (sí, a veces comento como anónimo).
    Sin duda el peor castigo, el de no conocerte, lo sufren ellas. Si bien es cierto que, ignorantes de tal castigo, van dando saltitos por ahí, tan contentas, mientras que tú continúas lamentándote de tu suerte.
    Es todo pura hormona, no creas. Me he cruzado más de dos veces con chicas por la que perdí la cabeza (por no decir algo más bejero) y pensar: ¡Buf, de buena me libré!

    ResponderEliminar
  7. Te puedo asegurar que ese tipo de sentimiento (o mas bien de sufrimiento), no pertenece solamente al universo masculino.

    ResponderEliminar
  8. Nunca lo he dudado. En realidad comprendo perfectamente que a las personas que a mí me interesan no tengo que interesarles yo, necesariamente. Es un error que se comete mucho y, por cierto, se mata mucho por ello, el "yo te amo y por lo tanto que tú no me ames es una traición". Yo, aquí, creo que trato de desactivar esa idea de reciprocidad necesaria pero uno necesita, en su lugar, un consuelo, y qué mejor que ser víctima de una gran trama del destino.

    ResponderEliminar