viernes, 13 de noviembre de 2015

Las dos espadas

Ya habían cenado y andaban paseando por el huerto para bajar la comida. Jesús estaba ensimismado, pensando en sus cosas mientras los muchachos charlaban entre ellos. Comentaban el súbito abandono de Judas, tal vez ofendido porque Jesús le había dado un cacho de pan pequeñito y mojado. Al fondo estaba Lucas, apartado, escribiendo todo lo que observaba.
De pronto Jesús se detiene. Algunos, distraídos, se tropezaron con los de delante. Sin mirarlos, Jesús habló.
–Recordáis cuando os envié por los caminos sin bolsa, ahí a la buena de Dios.
–Sí, maestro.
–¿Y qué tal fue, os faltó de algo?
–De nada, maestro. Cuando teníamos hambre, nos daban de comer. Cuando teníamos sed, nos daban de beber. Cuando teníamos deseo, nos dejaban yacer con las mujeres.
–¿Ah, sí?, a mí no me ocurrió esa parte.
–Tonto que eres. No tenías más que sugerirlo y te daban a elegir.
–Pues yo tampoco lo pensé, y eso que a veces estaba como una moto y tenía que parar detrás de unas peñicas para aliviarme.
–Ahora voy a ser yo el único listo de esta cofradía.
–Bueno. Yo confienso que … pero solo una vez. Era tan deliciosa y me miraba con aquellos ojitos.
–Anda el Pedro. Y parecía bobo.
–Bueno, bueno –interrumpió Jesús–. Lo que os quiero decir es que esos tiempos se han acabado. A partir de ahora, será mejor que llevéis bolsa, y alforja si tenéis. Es más, quien no tenga una espada, que venda su manto y compre una. Porque, en verdad, en verdad, os digo, se han de cumplir las escrituras donde dice, Y LO TRATARÁN COMO A UN DELINCUENTE.
–Pero, ¿está hablando en serio?, en mi vida he tenido una espada, no sé ni por donde se coge. Yo soy pescador.
–Y yo, pero tengo una, que le robó mi padre a un romano que estaba cagando.
–Tu padre era mucho. Hasta cuando lo colgaron en la cruz parecía que se estaba riendo en lugar de gritar.
–Sí, un gran hombre.
–Yo también tengo una. Pero prácticamente no la he usado nunca.
–Coño, Pedro, tú eres una cajita de sorpresas.
–Maestro, que ya tenemos dos espadas, que cuando quieras nos explicas para qué las vamos a utilizar.
–¡Basta!
Jesús se aleja, siempre con ese aire ausente, por la oscuridad entre los olivos murmurando: "Señor, Señor, dame paciencia".
Pedro se fue detrás de Jesús, preocupado por aquellas enigmáticas palabras.
–Maestro, maestro.
Jesús estaba agachado detrás de unos matorrales. Dio unos suspiros y contestó con cierto fastidio.
–Qué pasa ahora, Pedro. ¿No puedo tener un momento de intimidad para obrar?
–Disculpa, maestro, que interrumpa tu oración. Solo quería decirte que si hay que pelear yo voy a ser el primero. Estaré a tu lado pase lo que pase. No soy muy bueno con la espada, y tampoco es que sea un valiente, tú lo sabes, pero, si hay que morir voy a ser el primero.
–No me jodas, Pedro. Que yo conozco tus dudas y tus debilidades. Que sé qué pasó con la chiquita esa. Y que la espada te la compraste por miedo a los ladrones y no sé qué te da mas miedo, si los ladrones o tener una espada en casa y que la descubran los romanos. Entre tú y yo Pedro, eres un cobardica. Antes de que cante el gallo ya me habrás negado tres veces.
–Jamás, maestro.
–Tres veces, Pedro, ni una ni dos, sino tres. Y para que te acuerdes, el gallo cantará inmediatamente después. Toma, coge este gallo y llévalo debajo del brazo hasta mañana. No lo sueltes. Y ahora déjame terminar.
Y en efecto, un gallo salió desde detrás de los matorrales, ante el asombro de Pedro, que, un poco temeroso porque nunca se había acostumbrado a las cosas de aquel hombre, lo persiguió un rato hasta que logró atraparlo. Regresó a donde estaban los muchachos que se burlaron de él porque no habían acabado de comer y ya volvía a tener hambre, aquel tontorrón de Pedro.
Como Jesús tardaba y estaban empanchados con la cena y el vino, se fueron acurrucando en el suelo y se durmieron. Cuando llegó Jesús, roncaban como benditos.
Ya se me han vuelto a dormir estos cabrones.


2 comentarios:

  1. En realidad, eso de comprarse un arma para combatir el miedo es algo paradójico. Tan paradójico como propiciar la crucifixión de un resucitante y quedar como el malo (Judas).

    ResponderEliminar
  2. La historia no le ha hecho justicia a Judas. Sin él, simplemente no le habrían reconocido.

    ResponderEliminar