sábado, 18 de julio de 2015

Matinal de sábado

¿Vestimos nuestros defectos como «identidad» y por eso nos cuesta deshacernos de ellos, porque tenemos miedo de quedarnos desnudos?

Siempre me siento incómodo cuando alguien esgrime como señas de identidad actitudes, comportamientos, que a mí me parecen defectuosos y que le perjudican en el sentido de que le traen problemas de convivencia o de simple operatividad funcional –simplemente, la manera que tiene de hacer las cosas–, y cuando se lo apuntas, discreta o descaradamente, reconocen que les traen problemas pero se niegan a cambiarlos porque «forman parte de su ser».

Uno se pregunta: ¿qué hay de verdad en esto de la «identidad»? ¿No será una trampa para eludir el esfuerzo que significa todo cambio? ¿No será el simple miedo a desvelar la sopecha de que debajo de nuestros comportamientos y actitudes, casi todos adquiridos por imitación, no haya nada que podamos asir como «yo». (¿Y si el yo no fuera lo que vestimos sino la elección, es decir, no el traje sino las motivaciones para elegirlo, pero estuvieramos confundiendo el traje con el yo? Es decir, imitamos, es inevitable, pero lo que cuenta es que escogemos, entre multitud de modelos que se nos ofrecen, elegimos unos y rechazamos otros. Por eso no debería costarnos cambiar, en la confianza de que la siguiente elección también sería, inevitablemente «yo»)

Tal vez todo esto sea una tontería. Pero, qué esperaba de una mañana de sábado. Lo cierto es que, sí, tengo comportamientos erróneos que sigo desarrollando porque creo que eso es una forma de identidad, algo que me identifica y distingue, a pesar de que no tengo claro que me reporte beneficios en el transcurso de mi vida. En la misma escritura se manifiestan, formas de frase, sentencias o un repertorio de vocabulario que yo creo que definen mi estilo y trato de insertarlo en cada párrafo. Que rompen claramente la fluidez del texto pero que «como es mi estilo» me niego a eliminarlos, porque entonces el texto perdería mi identidad.

(al final siempre vuelvo a la literatura, todo está modelizado en la literatura)

2 comentarios:

  1. "Yo digo lo que pienso, no me importa si te molesta o no". Acá hay varios. Me excluyo, básicamente porque no pienso mucho.
    A la larga, la identidad es una construcción bastante cochina: es como pintar hasta el hartazgo una muralla que ya nadie sabe de qué color era originalmente.
    S.

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  2. Lo has clavao. Luego se te quejan de que caen mal y no saben por qué. Yo cada vez dudo más. Cualquier día desapareceré por falta de consistencia.

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