jueves, 9 de julio de 2015

El laberinto

Mientras los alumnos meditan sobre las hojas de exámenes, yo medito sobre otros ojos.

No sabe, pero no importa. Tampoco exporta, lo que equilibra la balanza comercial. El fiel de su balanza apunta al cielo, lo que es poco decir. Más preciso será: que apunta hacia el exterior de la esfera terrestre siguiendo la dirección de la normal a la superficie de la esfera en ese punto. Y esto también es una idealización, un modelo, porque ni la esfera es esférica, ni la superficie es plana. Pero no vamos a entrar por ahí, porque lleva a un laberinto. Rodeemos la muralla y localicemos otra puerta. Saber o no saber es una quimera, nosotros decidimos qué significa, a menudo, sino a grueso también, dependiendo de la utilidad que le demos. Sabe el que sabe contarlo, dicen unos. Otros solo creen que saben los que saben hacerlo, y aun otros dotan de sabiduría a las piedras que ni cuentan ni hacen, pero llevan ahí demasiado tiempo como para no haber aprendido algo. Todos tienen sus razones dictadas por sus intereses, y el laberinto va creciendo día a día. Otra puerta imposible. Seguimos caminando alrededor de la muralla. «Solo sé que no sé nada», dijo uno de esos sofistas que confían su sabiduría al arcano de las palabras. La frase en sí es paradójica, y la paradoja nos saca de esta realidad con la que estamos comprometidos y nos transporta a otra en la que todo vale con tal que pueda expresarse. Una realidad Jauja en la que flotamos, si queremos, o nos hundimos, amamos, odiamos, llamamos silla a un objeto y peñasco a otro que consignamos distintos porque aislamos, para clasificarlos, unos parámetros y no otros. Las palabras han creado ese mundo que flota o se superpone a este «como un mapa que coincide punto por punto con el terreno cartografiado» y que terminamos por confundir con el propio terreno. Nada sé sino la necesidad de su presencia, dice un enamorado, bajándose del ese carro al suelo del instinto primitivo, casi más convincente que el que solo sabe que no sabe nada y olvida excluir –como oportunamente hace el amante– ese saber de su nada. Y más abajo aún que el que cree existir porque piensa, pues le basta sentir para saberse.
Y saberse es el primer paso para saber. Pero después, el segundo paso ya entra en el laberinto. Donde, al final, en el centro, hay un monstruo atado que te come si consigues llegar. Y si no consigues llegar mueres en el camino. Y si no te come, porque lo matas –él ni siquiera se va a defender– aún te queda salir. Y si lo consigues volverás al principio. ¿Total, cero? Asegún y cómo. Nadie te creerá, pero podrás contarlo. Y habrás destruido el misterio que nadie estaba seguro de que estuviera allí, pero muchos temían. Y el próximo que consiga entrar y después salir confirmará que mentías. Luego otro trazará un mapa, y otro iluminará el camino. Más tarde... ¡qué más da! La Historia hablará de mitos, de fantasías. Del sueño del Hombre por poblar con sus sueños este mundo seco. Pompas de jabón que algún día dejan de volar para fundirse en el aire. ¿Y qué era una pompa de jabón sino aire encerrado flotando en el aire? Lo único que desaparece son los falsos, inútiles límites, que delimitan lo que era igual a sí mimo. Tal vez eso somos, mi niña, dice la abuelita terminando el cuento, pompas de jabón flotando en la vida, (¿pompas de jamón, abuela?–pregunta la niña), creyéndonos especiales porque una delgada tela de agua nos separa de lo que es igual a nosotros. Las Palabras, apenas... (esta niña se ha dormido. Y yo me he dormido también y se conoce que he estirado la pierna de madera sin darme cuenta y la he metido dentro de la chimenea, que se está quemando y ahora mismo me va a prender el traje y como no avise va a ocurrir una desgracia)
¡FUEGOOO!

PostData: en la parte de atrás estaban reunidos, como cada jueves, Sócrates –que solo hablaba por boca de su intérprete–, Descartes, Borges y otros señores desconocidos que algo decían; oyeron los gritos y acudieron prestos a rescatar a la abuela y a la niña. La pierna de madera dejó de serlo, ambas cosas, pierna y madera. La niña dejó de ser niña con el tiempo para llegar a ser mujer sola.

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