lunes, 27 de julio de 2015

A vueltas con Pessoa

Cartas de un corazón de nadie de Rubén Benítez

Larguísimo artículo de Rubén que he leído con la nariz arrugada del que desconfía del género, como la señora en el cuento de Pepe Monagas que olía las perdices por el culo para verificar el estado de frescura, hasta que Pepe, harto de tantos melindres le dice:"Señora, por donde usté las huele todo el mundo hiei (hiede)".
Es porque siempre me he negado a leer a Pessoa desde una vertiente "humana", buscando una explicación de locura, tristeza vital o alcoholismo a la grandeza de su construcción poética que era él mismo y de la cual él era plenamente consciente, de lo que hace mención en las propias cartas. Tal vez sea esa exactamente su locura, el empeño de vivir físicamente su construcción poética, lo que no deja de ser una locura mirada desde el punto de vista de la "vida normal" que pretendemos llevar la mayoría de nosotros, quienes, a pesar de declarar nuestra pasión por la literatura, no deja de ser, esa pasión, una camisa que nos ponemos y nos quitamos cuando conviene (hablo por mí como caso seguro de esta traición)
Sin devaluar este tipo de estudios que considero perfectamente válidos, y este artículo de Rubén me ha parecido meticuloso, siempre me incomodan, por eso lo de la nariz arrugada, porque me parecen como intentos de encontrar el alma descuartizando un cadáver. Tal vez científicamente acaben teniendo razón y el pobre tipo fuera un infeliz acosado por la locura de la que intentaba escabullirse por medio de la bebida, pero ¿eso explicaría la fascinación que muchos sentimos por la construcción poética que brotó de esas materias fecales?
No es, por supuesto, una crítica al artículo de Rubén, esta reflexión y sí tal vez lo sea a mi propia consideración del hecho literario, que pretendo desligarlo de la vida como si la literatura no fuera una manifestación de ella lo mismo que la mente es una manifestación del cerebro, que en algunas ocasiones nos sorprende con extraordinarias capacidades de los individuos originadas en extrañas malformaciones o daños de su propia estructura (hablaba de eso, creo, Oliver Sacks en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, aunque esté feo que cite libros que no he leído)

Pessoa ha sido para mí siempre un "objeto literario" y no un señor, a pesar de que alguna vez me he interesado por su biografía. Bernardo Soares, el autor de El libro del desasosiego que tengo permanentemente en la mesilla de noche, es para mí un personaje con el que me siento, en muchas ocasiones, absolutamente identificado, supongo que de ahí se deriva algo de esa incomodidad que siento cuando quienes lo leen superficialmente dicen de él, del libro, que destila una profunda tristeza. Superada una lectura superficial, Bernardo Soares, que también será un triste, no hay por qué negarlo, es una persona que ha creado y amueblado un mundo interior en el que se siente incomparablemente más cómodo por haberlo enriquecido con más matices y atractivos que la vida cotidiana que le rodea. Limitar El libro del desasosiego a un simple lamento de tristeza y melancolía me parece una simplificación surgida de la falta de interés. Pero cuando sale uno de Bernardo y se introduce en Alberto Caeiro, el optimista, el materialista espiritual, uno entra en otra dimensión poética, que no deja de tener contactos con la primera, pero con una visión del mundo clara, precisa y luminosa, a mi juicio. Alvaro de Campos es el más realista de sus heterónimos, con razón es el que se inmiscuye en la vida social de Fernando Pessoa. Alvaro de Campos sí que es un triste, porque es un ser humano atado a un cuerpo que no le deja volar -contra lo que ha reaccionado Bernardo Suarez volando por el interior, por ejemplo, o Alvaro, percibiendo una realidad plana, sin sueños, y extrayendo de ella todo el alimento espiritual que necesita-. Alvaro de Campos es un soñador que sabe que los sueños son puro humo, y eso le hace ser cínico.
Solo estos cuatro heterónimos -entre los que está incluido el propio Fernando y nos falta Ricardo Reis que es el que menos frecuento y que me parece un poeta casi al uso, diría que es el más normal de todos, el que sería capaz de llevar una vida normal de poeta tal y como los conocemos- desarrollan cada uno de ellos en tramas complejísimas impulsos que todos sentimos en el desarrollo de nuestras propias vidas, que notamos por momentos, por fases alternantes y que muchas veces, por aquello de conservar la identidad, llamamos cambios de humor.
Yo diría que la "anomalía" de Fernando sería la de haber desarrollado hasta adquirir personalidades diferenciadas esas fases por las que todos vamos pasando en nuestro cotidiano vivir, que en nuestras modestas vidas podemos identificar por actuaciones tan nimias como cambios de opinión -que luego volvemos a recuperar más adelante- cambios de humor que nos llevan a tomar decisiones que luego deploramos, etc.


1 comentario:

  1. Leí esta entrada el fin de semana, y gran parte del extenso artículo de Rubén Benítez en Viaje a Ítaca. Creo recordar que vienes a decir que lo importante es la figura literaria de Pessoa, al margen de su historia personal. Pues es verdad, sin entrar a valorar la persona F. Pessoa, su literatura es una cumbre. A raíz de estos encuentros/artículos/entradas e retomado su desasosiego. En sus propias palabras:"Hay metáfoas que son más relaes que la gente que anda por la calle."

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