Dicen que nuestra sociedad es competitiva. Y les parece que
sea bueno. A mí me parecería, tal vez porque yo no soy competitivo, que sería
mejor que cada acto que realizásemos lo hiciéramos por el gusto de hacer cosas,
no por hacerlas mejor o peor que otros, o más rápido o más grande. Pero dicen
que la competencia es el motor de nuestra sociedad de progreso. Que sin este
impulso de la competencia nuestra sociedad no habría progresado tanto
tecnológica y socialmente. Puede ser. Pero también puede ser que sin este
acicate de la competencia los seres humanos no sintiesen ninguna necesidad de
ese progreso, porque no estarían acuciados por la constante lucha contra el
otro, la necesidad de demostrar ser mejor o más grande o más merecedor de no sé
qué privilegios.
Nuestra supervivencia en la naturaleza no requiere competencia
sino ingenio para resolver nuestros pequeños conflictos con ella. Una vez
resueltos no necesitamos seguir empujando, porque no hay necesidad de empujar.
En cambio, a causa de este constante ardor competitivo, seguimos empujando y
empujando, inventándonos batallas y empeñándonos en ganarlas y sintiéndonos
orgullosos de haberlo hecho, cuando hemos sido nosotros los que nos hemos
inventado el innecesario reto y la manera de vencerlo y qué significa superarlo.
Tal vez sea cierto que la competitividad nos haya traído
hasta esta época de progreso tecnológico y social, pero lo que no me parece tan
cierto es que esta época de progreso tecnológico y social sea tan
necesaria. Puede que sea inevitable, teniendo
en cuenta las inquietudes que mueven al hombre, que, una vez que se ha
estabilizado su lucha por la supervivencia, necesita de nuevos retos para no
aburrirse, porque simplemente vivir es un puro aburrimiento.
Lo único que ha
aportado la competitividad es la prisa con la que todo esto ha llegado, de
manera que nos encontramos con unas herramientas muy poderosas en manos de unos
seres que aún no están lo suficientemente formados para utilizarlas. Eso es lo
que nos ha traído la competitividad, velocidad, pero velocidad física,
velocidad para mejorar nuestras habilidades manuales, dejando muy atrás
nuestras capacidades psicológicas, es decir, de comportamiento.
Y así, gracias
a nuestras habilidades tecnológicas y a nuestra competitividad, esquilmamos
cada vez a mayor velocidad el mundo, destruimos cada vez a mayor velocidad
nuestro entorno, del que dependemos para sobrevivir y nos acercamos cada vez
más al punto crítico en que seremos capaces de generar un problema que esté muy
por encima de nuestra capacidad para prever sus consecuencias y, por supuesto,
de nuestro ingenio para resolverlo –ya lo hemos hecho, tal vez, con la bomba
atómica, y lo estamos haciendo con el clima y, sospechan algunos que también se
ha hecho con la manipulación genética.
A mí me parece que se va acercando el momento en que debemos
frenar todo este progreso tecnológico –el económico hace ya decenas de años que
debió haber frenado, ese es una consecuencia de nuestro desajuste entre
habilidades manuales y habilidades psicológicas, la economía es otro de esos
problemas que hemos generado y del que no supimos prever las consecuencias –
antes de que nos metamos en verdaderos problemas si no es que ya estamos
metidos, y empecemos a desarrollarnos interiormente para ponernos a la altura
de todo este poder de que disponemos.
Hay teorías antropológicas que postulan que (nunca me ha gustado cuando las palabras quedan entremedio de unos "que") el avance de la humanidad se propulsa con la cooperación. Que en realidad eso de "La ley del más fuerte" es una mala interpretación de "La ley de los más cooperativos". Uno de los argumentos que sostienen esta premisa es que somos tan pero tan cooperativos que incluso tenemos un sistema simbólico propio de la especie para comunicar hasta lo más profundo (el lenguaje, claro). Ver que en la competencia está el secreto del progreso es algo que nos han metido en la cabeza, entendiendo que las sociedades que habitamos están gobernadas por la oferta-demanda. Así, más que progreso humano es progreso material. El fracaso de nuestros camaradas debería ser también el nuestro. Siento que es verdad lo que dices: queda poco.
ResponderEliminarElegante y sin florituras. Felicidades!!!
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