miércoles, 4 de marzo de 2015

Errar es humano


No sé cuándo oí esta expresión, pero sé que desde entonces se me metió en la cabeza que yo quería ser vagabundo. Mi hermano, en cambio, que también oyó tantas veces como yo esta expresión en la voz de mi padre terminó siendo herrero. Yo no fui vagabundo, pero en cambio desarrollé una prodigiosa propensión a la fantasía. Así, mientras yo permanecía en casa soñando y estudiando en los libros, mi hermano permanecía en las caballerizas montando caballos y jinetas. Montar a caballo se le dio muy fácilmente. En cambio montar jinetas resultó un asunto peligroso porque esos mamíferos vivérridos resultaban demasiado pequeños para su corpachón robusto; se revelaban contra sus propósitos y salían huyendo después de arañarle o morderle. Más tarde introdujo una minúscula preposición y un artículo en plural y  la cosa le fue muchísimo mejor, mucho más gozosa, dónde va a parar, en sus propias palabras. Su vida fue feliz, en cambio la mía tampoco me fue mal. Ambos agradecimos las constantes torpezas de mi padre que le llevaban a recuperar la poca dignidad -pero mucho amor- de que gozaba entre nosotros aludiendo al refranero.
Ya de viejo, mi padre, se volvió muy huraño. Apenas toleraba mi visita semanal para organizarle un poco la casa que él prácticamente no atendía desde la muerte de mi madre. Ya no tenía oportunidad de cometer torpezas porque casi no hacía nada, pero como se le había quedado aquella musiquilla pegada a sus hábitos y porque la adicción a la televisión, en particular los canales de noticias, le había desarrollado un odio feroz por la humanidad, introdujo algunos cambios en su expresión que se convirtió en Horror es humano.
Cuando murió, mi hermano insistió en que le grabáramos en la lápida Morir es humano, pero yo insistí aún más en que no hubiera lápida, ni tumba, y que con las cenizas y un poco de arena hiciéramos cemento y encargásemos a algún escultor local un pequeño busto conmemorativo.  Ahora está en casa, encima del televisor. Cuando pongo las noticias me parece creer que torna un poco rojo. Mi hija, que no sé si también lo percibe o simplemente se burla de mí y aprovecha la ocasión para obligarme a cambiar de canal, me dice: “abuelo se está poniendo rojo, será mejor que cambies de canal antes de que estalle”, y pone el canal de Disney. A mi padre le gustaba mucho el canal de Disney. Cuando llevaba a mi hija a visitarlo ella le robaba el mando para cambiar a ese canal y él no se oponía. Allí los dejaba viendo a aquellas castas jovencitas en minifalda adiestrando a los jóvenes en el arte de ser un completo imbécil. A mi padre le gustaba mucho la parte de las minifaldas y las jovencitas y a mi hija la parte de las imbecilidades. Ahora se ha hecho mayor y ha cambiado, le gustan muchísimo las minifaldas.
Mi hermano viaja por todo el mundo herrando. En cierto modo él cumplió el sueño de mi padre. El sueño de mi padre era trabajar con las manos y viajar. Con las manos era muy torpe, de ahí su continua expresión de disculpa, en cuanto a viajar, su empleo de precario oficinista en una compañía de seguros nunca se lo permitió. En el mismo cierto modo yo reproduje la vida de mi padre. Erré a su misma manera. Yo de mí sé que prefiero el viaje interior. O que tal vez he alcanzado la resignación que quizá mi padre no logró. No tengo inconvenientes en padecer penalidades atravesando las gélidas llanuras repletas de peligrosas grietas cubiertas por la nieve de los polos australes o boreales mientras pueda marcar la página de vez en cuando y darme un paseo hasta el baño o hasta la cocina. Pero me da muchísima pereza siquiera pensar en desplazarme hasta el coche, mucho menos hasta un aeropuerto o puerto de mar, para hacer un viaje.  Colecciono las postales que me envía mi hermano desde Riad, Tombuctú, Algeciras, Londres, Asunción, Otawa, Helsinki.... Le respondo a través de un mensaje telefónico, porque también me da mucha pereza comprar sello y emprender la aventura de hallar un buzón en medio de la inhóspita y violenta ciudad.
Sí. Hace años que no salgo de casa. Tras la muerte de mi padre decidí fingir una depresión y tras algunos meses conseguí una baja y una pensión. Mi hija vive en la casa de mi padre que reformó para convertirla en un coqueto loft, según he visto en las fotos que me envía de vez en cuando para demostrarme lo bien que están ella y su madre. Yo también les envío una vez por semana una foto mía tomada en el espejo del baño justo después de mi afeitado y aseo semanal. En cierto modo somos una familia feliz, a nuestra manera, desmintiendo completamente aquel comienzo dostoievskiano.

3 comentarios:

  1. Me pierdo en el texto, en el buen sentido, quiero decir que es una buena corta historia que le absorbe a uno (y supongo que a otros).

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  2. Excelente texto. La más humana de las condiciones es moverse: ya sea en el espacio, ya sea en la literatura. Ambas igual de bonitas. Un gusto leerte, como siempre.
    S.

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  3. Se me ocurren otras variantes que podrían complementar el texto como: Arar es humano. Orar es humano. Obrar es humano (versión escatológica) Abrir es humano. Y ya jugando, Abril es humano, etc.

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