El cazador de mariposas es una recopilación anárquica y perezosa de mis relatos menos perjudiciales para la salud. No tiene hilo conductor, porque al contrario que en aquella película, El salario del miedo, no encontré quién quisiera conducir estos trastos. Y mira que podía haber echado mano a recursos desesperados como que "son relatos de amor y muerte, aunque no se muere nadie, y en cuanto a lo del amor mejor ni hablamos", o "son los ensayos previos que llevarán inevitablemente a una obra maestra", o bien "la edad del autor no prometía tanto desorden, caos, extrafalarismo, desvergüenza, impudicia, impericia, etc".
En fin, al final se salvó la obra, contra todo pronóstico, y aquí está, dispuesta a soportar los próximos quinientos años en los fondos, como mínimo, de la Biblioteca Nacional, donde creo que todavía se deposita un ejemplar.
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