martes, 25 de marzo de 2014

Me hacen una entrevista

 EN CUCHARA DE HERRERO CASA DE PALO
Tengo un amigo que hace entrevistas a gente famosa. Pero no quiere hacerme ninguna interview a mí, así que he acudido a un profesional... que tampoco ha querido porque yo no soy famoso ni nada. Por eso le he robado las preguntas.

(Leer las preguntas aquí)

Salgo muy favorecido, o eso creo. Lo mismo es que el relumbre de mi ego no me deja apreciar bien el detalle. A ver qué opinan Vds.
No olviden dejar algún comentario halagador; por el periodista que puso las preguntas más que por mí que no merezco nada más que lo que tengo: mi inconcebible talento.





Pues yo no tengo sensación de “haberme formado”. Empecé a escribir de forma regular en unas libretitas, en torno a los diecinueve años. Me sentía solo, no porque no tuviera amigos, sino porque, probablemente, no tenía los amigos que debía tener. Era un tío raro entre mis amigos. Una vez descubrí que me llamaban “el loco”. Lo cual no me cuadraba, porque yo no estaba loco. Conservo las libretitas, aunque ya casi no pueden leerse. Escribía, sobre todo, lamentaciones y análisis de mí mismo. También escribía relatos. Desvariaba. Y una vez escribí una declaración de amor por una muchacha, a la que se la di a leer, porque no me atrevía, oralmente, a explicarle mis emociones. La cogió de sorpresa. La pobre.
Lamentablemente tampoco tengo sensación de haber evolucionado. Cuando consigo descifrar aquellas libretitas, cosa que hago poco, porque me molesta muchísimo, descubro que sigo exactamente con las mismas preocupaciones, y, lo que es peor, con el mismo estilo. Es decir, sigo siendo aquel tipo, empleando su mismo tono irónico para ocultar, sin saber que está ocultando, lo que no quiere decir, o decirlo de una manera que no parezca que lo está diciendo. Sigo teniendo las mismas dudas, los mismos tormentos. En fin, un desastre.

¿Las claves de mi éxito? ¿Qué éxito? Me estoy auto haciendo esta entrevista a partir de las preguntas que le han hecho a una tía que expone sus cuadros en una sala de exposición de esta ciudad. Casi podríamos cambiar la pregunta por: ¿cuales son las claves de su patetismo? ¿Se lo debe a alguien o a algo? No, realmente, no le debo mi patetismo a nadie, es algo que me he ido labrando yo solo. Supongo que el exceso de lecturas me ha dejado así, como a don Quijote, pero me ha faltado una sobrinita, un ama, un cura, un barbero, que me devuelvan, aunque sea en una jaula, a la cordura del sentido común. Aunque teniendo en cuenta cómo es el sentido común en estos tiempos, agradezco a mi inmensa suerte que me haya dejado así.

Nada. Nunca me he planteado proyectos. Ni en el pasado ni ahora. Hago cosas, eso sí, pero nunca me las planteo como “proyectos”. Todo lo que huela a “trabajar” me produce una profunda incomodidad. Sí, como todo el que se entretiene en escribir, me planteo vagamente emprender una novela, pero nunca me he sentado a escribirla porque nunca se me ha aparecido una historia con suficiente chicha. Una vez sí que escribí durante varios días seguidos, es la única vez que me ha pasado. Creo que llegué a diez páginas. Ya ni sé dónde está esa historia, que iba de unos amigos míos que se fueron de viaje de placer a Tenerife y a mí me dio por inventar sus “aventuras”. ¡Proyectos!, hasta me dan escalofríos pensarlo.

Hombre. En la actualidad sigo en las mismas. No me atrevo a afrontar la necesidad de escribir “en serio”, porque sigue sin venirme una imagen, algo que me llame a escribirlo. Y no me nace ponerme a escribir porque sí, construyendo artificialmente una historia. Tal vez sea un defecto, pero, qué quieres, yo solo disfruto escribiendo de esa manera, como los poetas dicen que les “sobrevienen” los poemas, pues igual. Yo no cuento historias, las atrapo por el cielo de mi imaginación. Pero no las persigo, yo estoy tranquilamente sentado debajo de algún árbol, esperando tranquilamente a que aparezcan.

Pues nunca se me ha ocurrido inmortalizar un cactus. No sé por qué me preguntas eso.  Oye, ¿tú no habrás copiado esta entrevista, sin ocurrírsete siquiera adaptarla a mis circunstancias? ¡Ah, ya, ahora me acuerdo de esa historia! Sin duda te refieres a la Historia del cactus Manolo y Margarita, la flor, perdóname por haber dudado de tu profesionalidad. Pues no lo sé. Ocurrió como siempre, yo estaba debajo de ese árbol que te decía, sentado, cuando de pronto vino el cactus y se puso a contarme su historia. ¿Y qué iba a hacer yo?, la transcribí casi como me la contó.

¿De todas mis facetas? ¡Uf!, ¿cuántas facetas tengo? Veamos. Yo solo veo una. Así que en esa. Sí, escribo poesías, relatos, reflexiones. Hasta de vez en cuando comento la realidad y manifiesto una opinión contrastable. Pero yo no veo facetas. Para mí todo es lo mismo, escribir, es decir, tratar de poner en palabras esto que me pasa por la cabeza. Incluso lo que no me pasa por la cabeza y que a fuerza de escribirlo termina por metérseme. Porque, ahora que me doy cuenta, eso me pasa también. Acabo opinando como escribí y no escribiendo lo que opino, o soñando con los personajes que se crearon mientras escribía y que nada sabía de ellos hasta que no aparecieron allí flotando encima de esas letras, como una holografía en mi imaginación. Pero volviendo a lo de las facetas, yo no me veo facetado, porque lo que hago es escribir, así, en términos generales; lo que salga y cómo lo clasifiquen los que lo lean, no es responsabilidad mía.  Supongo que es otro defecto. Una falta absoluta de profesionalidad.

Mis proyectos futuros. ¡Dale con los proyectos! Yo no me planteo esto como una actividad. Mi único proyecto es que seguiré escribiendo cuando tenga ganas y cuando no tenga ganas -espero que eso nunca ocurra, porque me voy a sentir muy vacío- no. Pero no, si alguna vez ocurre que deje de escribir, será porque me estaré entreteniendo en cualquier otra cosa, y bueno, bien venida sea esa otra actividad. Ah, vale, lo de los libros. Pues sí, con los Papirómanos seguimos haciendo cosas. Y vamos a publicar ya pronto otro libro. Como los artistas celosos de su trabajo, aún no podemos decir demasiado sobre ello, pero está a punto de nacer. Y sí, también tengo una publicación pendiente de un conjunto de relatos en una editorial de Madrid. Tampoco voy a hablar mucho de ello por el momento. ¡Fíjate!, ahora me viene lo de las facetas. Una de las facetas que no tengo es la de vendedor. No me veo, y tendré que hacerlo, de vendedor de mi propia obra. No quiero tener que convencer a nadie de que me compre y me lea, o me compre aunque no me lea. A mí me gustaría que me leyera mucha gente, pero si tengo que ir yo a convencerlos de eso me voy a quedar con las ganas. No quiero tratar mis textos, y la literatura en general, como un producto de mercado. Eso me parece traidor con mi goce por escribir, y con mi misma manera de escribir y con las razones por las que escribo -no me preguntes ahora por qué escribo porque tendré que inventar un montón de tonterías y luego creérmelas a posteriori, porque nunca he pensado en ello en realidad.

Bueno. Internet es mi medio de difusión. Sí, de vez en cuando publico algún libro, pero eso es un divertimento, una concesión a la tradición. No creo verdaderamente en eso. Y todo el mundo sabe o sospecha que la edición de libros como churros terminará por derrumbarse, gracias a internet. Si queda algo, quedarán pequeñísimas editoriales  muy autogestionadas y sin maldita pretensión ecuménica. Yo percibo que la edición de libros terminará incorporándose al mercado elitista que es el arte hoy, porque el arte también ha dejado de ser cultura popular para convertirse en cultura elitista, es decir, una cultura en la que se mueven grandes cantidades de dinero, expertos muy documentados, inversores y toda esa pesca. El resto, el peso de la cultura popular, vagará por internet de tú a tú.

Mi meta profesional es que no me echen del trabajo. En cuanto a mi meta humana... supongo que llegar un día a levantarme y sentirme satisfecho de mí, de mi vida, no sé. Prefiero no plantearme metas porque se corre el peligro de llegar. Yo trabajo día a día por sentirme bien conmigo mismo. Lo de sentirme bien con el mundo ya lo doy por perdido. Y que un día, cuando me vaya a morir, no lo haga con la sensación de haber desperdiciado una vida.

Afortunadamente -desgraciadamente- tengo un buen trabajo. Y sobrevivo bastante bien. Eso me hace sentir culpable. Me siento culpable de tener una posición privilegiada en medio de tanta pesadumbre. Es una de las cosas que tengo que superar en ese día a día que hablaba antes. Tengo preocupación por el entorno. Tal vez no tengo un grado de implicación suficiente. Eso también me hace sentir culpable, pero prefiero la incomodidad de esa sensación a tener que ponerme a hacer algo efectivo por contribuir a que se solucionen los problemas, supongo que soy demasiado perezoso. Y lo de la posición cómoda que decía, que no empuja a esforzarse demasiado. En fin. Creo que tengo la suficiente lucidez como para percibir los problemas -y esto me parece ya bastante más implicación que la que tienen muchos por ahí-, pero reconozco que no me implico demasiado, en gran parte porque tampoco creo demasiado en la efectividad de ningún acto. Pero en esto último prefiero estar equivocado.

¿Especialidad? ¿Qué especialidad? ¿Escribir? Pues que escriba. No sé qué más decirle. Que escriba y que dé a leer lo que escribe a los otros. Esto es muy importante. Si no percibes la reacción de los otros ante lo que escribes, vas a seguir siempre escribiendo lo mismo, y dando vueltas y vueltas como un burro en una noria. Que es lo que me pasa a mí, que no me lee ni Dios y tengo que inventarme entrevistas como esta para darme ánimos.

5 comentarios:

  1. A tu amigo, el que hace entrevistas supuestamente a gente famosa, le ha parecido muy buena entrevista, aunque el entrevistador se podía haber currado un poco más las preguntas, la verdad. Un saludo.

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  2. Jajaja �� Qué suerte tener un amigo famoso. Muy buen texto, no sé si buena entrevista...Yo sí que puedo escribirte un artículo y colgarlo en Causas Olvidadas para reivindicar tu nombre !-)

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  3. Soy Dios, y sí que te leo, capullo.

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  4. Muy simpática la idea de la entrevista con las preguntas a otro. ;)

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  5. Las metas son para los que avanzan en línea recta. Una excelente entrevista; creo que lo del cactus me reventó un riñón, en serio, me reí muy fuerte.
    Un gran abrazo.

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