martes, 18 de marzo de 2014

Escribo obras maestras

Escribo obras maestras, y el mundo no se detiene asombrado, la gente no se para por las calles con la incómoda sensación de que algo grande ha sucedido, aunque no sepan muy bien qué; no se le escapa ni una lágrima a Dios, emocionado por estas pequeñas, inútiles tal vez, muestras de que a lo mejor, a lo mejor no lo hizo tan mal. Escribo obras maestras y ni un maldito corazón se sale del pecho, y se echa en el piso como un perro manso, tranquilo, sin miedo a nada, sin obligaciones ni necesidades.  Escribo obras maestras y las mujeres me siguen mirando con esos ojos de pez sin nadie dentro, como si no fueran capaces de percibir la enormidad de mi ser poético. Escribo obras maestras que pasan por debajo de la puerta y son pisadas por miles de pies antes de que alguien las advierta y las recoja y las coloque en la repisa, en la espera de que algún otro sienta la curiosidad de abrirla. Escribo obras maestras y no resucitan mis antepasados para felicitarme de que haya reunido en mi ser la mejor esencia de todas sus generaciones. Escribo obras maestras y siguen pasando las nubes, sigue soplando la brisa y los coches contaminan y las mujeres menstruan y los niños lloran, igual que siempre, al nacer. Escribo obras maestras y no aparece el avión, y no se convierten todas las religiones a la única religión que da esperanzas. Escribo obras maestras y todo el mundo sigue como si nada.

3 comentarios:

  1. Alguna huella dejas. No dejes de escribir, por favor.

    ResponderEliminar
  2. Oh!! Me encantó. Escribir para cambiar el mundo, me imagino, debe ser frustrante. Hay que escribir para destruirlo.

    ResponderEliminar
  3. ¡Oh!, qué vulgar. Eso de querer destruir ya lo hace todo el mundo. Yo pertenezco a la élite, muchacho.

    ResponderEliminar