viernes, 14 de febrero de 2014

Dragones, unicornios y un agujero en la arena


Un experto en técnicas de caza de dragones discutía con otro experto, esta vez en técnicas de caza de unicornios. Aunque el experto en cazar dragones se enorgullecía de sus conocimientos acerca de cómo evitar las quemaduras, y se burlaba del otro cuyo mayor peligro consistía, según él, en ser ensartado por un cuerno fácilmente evitable, este otro no se dejaba humillar y replicaba que no debía ser demasiado complicado atrapar a un animal tan pesado y de difícil movimiento, mientras que el escurridizo unicornio requería emplear técnica mucho más sutiles.
Andaban ambos por la playa completamente inmersos en estas profundas discusiones cuando observaron a lo lejos la figura de un niño que jugaba en la arena. Al aproximarse, comprobaron que el niño se ocupaba en acarrear, incansablemente, cubos de agua desde la orilla del mar hasta un agujero que había practicado en la arena, en cuyo seno lo vertía. Interesados en esta labor, estuvieron contemplándolo durante largo rato, sin que el niño les prestara mayor atención. Transcurrido un tiempo uno de los hombres se atrevió a preguntarle al chico cual era su propósito con aquella interminable actividad, a lo que el niño respondió que pretendía vaciar completamente el mar en aquel hoyo.
Ambos hombres se miraron intrigados. Contemplaron largamente el mar y la actividad que el muchacho, indiferente a ellos, había reanudado. No necesitaron intercambiar palabras, pues en los ojos de ambos se reflejó de inmediato la humillación que aquel niño les infligía sobre su sobrevalorado orgullo. Ambos se retiraron discretamente dejando al muchacho enfrascado en su tarea.
Instantes más tarde, ambos regresaron portando un cubo. En los ojos de cada uno se mostraba una velada admiración por el otro, que había sabido reconocer en el ejemplo de aquel inocente muchacho una magistral lección de humildad.

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