domingo, 16 de febrero de 2014

Los días no vividos

Los días no vividos
Película de Alfonso Cortés-Cavanillas

David llega de madrugada a casa, borracho, medio dormido;  tropieza y derriba la pecera. Tiburón muere. Otro pez muerto y no es el primero. En la tele, por todos los canales, no sale más que el Obama dando un discurso. No será hasta bien entrada la mañana que se entere, gracias a una llamada de Jaime, de lo que pasa, y se explique el extraño comportamiento del dueño del bar, y de la gente por la calle. Hoy es el último día de la vida en la Tierra. Unas explosiones en el sol, cuyas ardientes ondas llegarán mañana, arrasarán con todo. No hay nada que hacer.
Esta es la historia, qué es lo que hace, qué es lo que siente, la gente corriente el último día de su vida. Pero no de su vida, de toda vida conocida. No es lo mismo. No es lo mismo saber que te vas a morir tú solo y que todos los demás van a seguir como si no hubiera pasado nada, a saber que todos, todo lo que se categoriza como “vivo” va a morir mañana. Eso es algo grande. Muy gordo. ¿Con quién querrías pasar ese momento?
Jaime lo tiene claro, con David, y con su padre. David no tiene a nadie. A Jaime le duele separarse de su novia, “el último polvo, tío, el mejor polvo de mi vida”, que quiere estar con sus padres, pero David es su amigo, su hermano. ¿Quién más? Sonia (no es su nombre real, olvidé el nombre) lo hubiera querido pasar con su marido, pero él la ha llamado para decirle que no, que hay otra y que él quiere pasarlo con ella. Sonia tiene a su madre en el asilo. Allí los ancianos están celebrando, ya digo, no es lo mismo saber que te vas a morir mañana que saber que TODOS nos vamos a morir mañana. ¿Celebrarían los ancianos así un FIN DEL MUNDO? No lo sé, no lo veo tan desencaminado. Al final Sonia solo tiene a David y a Jaime.  Luego está Silvia, que vino de Barcelona, de camino para “África”. Todo se ha parado. No hay aviones, no hay trenes, todo está detenido. Y Silvia sola en una ciudad que no conoce. Pero David andaba por ahí, paseándose. ¿Por qué no te vienes a casa y tomas una ducha?, le ha dicho. También ha invitado a un perro que andaba solo y perdido por las calles. Ya estamos todos. ¿Todos?, no, aún nos falta Raúl. Raúl es el suministrador del “material” de Jaime. De Raúl puede uno fiarse, siempre está en marcha. No te fallaría ni en el fin del mundo. Y Raúl llega con material del bueno, del que cultiva en su casa para su propio consumo. No va a dejar que se queme por la cara.
A mí me ha parecido una película muy buena. No sé si responde al patrón de una película del fin del mundo, acostumbrados como estamos al cine americano que se regodea en las miserias de la gente:  media hora de saqueos en tiendas y supermercados, media hora de violaciones y salvajes agresiones y la última media hora de lacrimosas conversaciones llenas de lugares comunes. No, no responde en absoluto al patrón del cine americano. La gente normal busca a sus amigos más próximos, a sus familiares, cenan, se tratan de dar ánimos unos a otros, echan unos polvos los que pueden. Y después… lo que sea.

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