miércoles, 9 de octubre de 2013

Nada me falta

Yo me gano los garbanzos de una infeliz manera (Alonso Quesada prefería el pan).
Nací en el lado bueno del mundo. Gran privilegio que me obliga a ser feliz.
El Estado es mi pastor, nada me falta. Me pastorea y me lleva por dónde quiere recordándome a cada paso cuánto bueno ha hecho por mí.
A cambio solo me pide que me someta a sus reglas, a su prisa, a sus impuestos. Que no me queje demasiado -nada me falta- y que vote a final de legislatura -por los mismos si es posible o me sobrevendrá un Apocalipsis Final.
Sigo las reglas, me caso, tengo trabajo, procreo. Hasta paseo un perro cada mañana -nada me falta.
Y huyo. Mi pequeña puerta escondida tengo y a través de ella me escapo a otros mundos que sé mios, hechos para mí. También ellos crearon para mí esa puerta y me dejan usarla -puedo comprar muchas puertas y hasta robarlas porque eso también está en el plan.
Cumplo y cumplen, todo se desarrolla de una manera satisfactoria, ya digo, estoy en el lado bueno del mundo, que no es precisamente el más amplio.
Otros padecen hambre, se matan, por odio o por placer, de matar, sufren todo tipo de carencias... Aquí mismo, algunos de mis amigos y parientes se levantan cada día temiéndose cómo acabará y qué va a ser de ellos mañana.
Y yo, maldito desagradecido, teniéndolo todo, estoy triste.

2 comentarios:

  1. Vivo en el lado bueno del mundo y algo me falta. Hoy recordaba la queja de un amigo lejano, de esos que se lleva el tiempo, cuando se lamentaba angustiado por su pesar: pero si tengo trabajo, casa, familia... no entiendo por qué me siento tan mal, yo no tendría que sentirme así. Sin embargo, así se sentía y preguntándose por qué a él, se le pasó el por qué no.

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