Yo me gano los garbanzos de una infeliz manera (Alonso Quesada prefería el pan).
Nací en el lado bueno del mundo. Gran privilegio que me obliga a ser feliz.
El Estado es mi pastor, nada me falta. Me pastorea y me lleva por dónde quiere recordándome a cada paso cuánto bueno ha hecho por mí.
A cambio solo me pide que me someta a sus reglas, a su prisa, a sus impuestos. Que no me queje demasiado -nada me falta- y que vote a final de legislatura -por los mismos si es posible o me sobrevendrá un Apocalipsis Final.
Sigo las reglas, me caso, tengo trabajo, procreo. Hasta paseo un perro cada mañana -nada me falta.
Y huyo. Mi pequeña puerta escondida tengo y a través de ella me escapo a otros mundos que sé mios, hechos para mí. También ellos crearon para mí esa puerta y me dejan usarla -puedo comprar muchas puertas y hasta robarlas porque eso también está en el plan.
Cumplo y cumplen, todo se desarrolla de una manera satisfactoria, ya digo, estoy en el lado bueno del mundo, que no es precisamente el más amplio.
Otros padecen hambre, se matan, por odio o por placer, de matar, sufren todo tipo de carencias... Aquí mismo, algunos de mis amigos y parientes se levantan cada día temiéndose cómo acabará y qué va a ser de ellos mañana.
Y yo, maldito desagradecido, teniéndolo todo, estoy triste.
Vivo en el lado bueno del mundo y algo me falta. Hoy recordaba la queja de un amigo lejano, de esos que se lleva el tiempo, cuando se lamentaba angustiado por su pesar: pero si tengo trabajo, casa, familia... no entiendo por qué me siento tan mal, yo no tendría que sentirme así. Sin embargo, así se sentía y preguntándose por qué a él, se le pasó el por qué no.
ResponderEliminarMe gusta mucho el texto, por cierto.
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