Este libro nació como consecuencia de una depresión. Una mujer decidió que yo no era lo bastante bueno y yo decidí darle la razón. Como consecuencia de ello tomé la determinación de acabar con mi vida. Pero no lo haría de cualquier manera.
Siempre había imaginado que algún día daría el Gran Salto simbólico que cambiaría radicalmente el rumbo de mi existencia, ese momento en que todo lo que uno ha sido, todo en lo que uno creía y por lo que uno vivía es echado de lado y se empieza de nuevo, pero ahora no como recién nacido, una nueva vida. Lo había visto en muchas películas y había leído incontables relatos que hablaban de personas que habían alcanzado ese momento. Yo había esperado mi ocasión todos estos años y creí que me había llegado cuando conocí a aquella mujer. Pero aquella mujer no compartió mi opinión. Entonces decidí cambiar el salto simbólico por un salto verídico. Tal vez ese sería el único salto importante que daría en mi vida.
Empecé a planearlo. Porque no podía ser un acto impulsivo realizado de cualquier manera y en cualquier recóndito trastero. Para ello busqué un lugar adecuado. Un lugar que convirtiera un sórdido suicidio en un acto estético de poesía y muerte.
Empecé a buscar por la ciudad lugares que me parecieran idóneos para dar mi Gran Salto. Y así me vi recorriendo los rincones más extraordinarios mirando con otros ojos lo que siempre había percibido de manera apagada, sin intención. Buscando alturas con las más bellas vistas que pudiera encontrar, que me acercaran al cielo y al mismo tiempo fueran mi tope simbólico. Hasta aquí alcancé, ahora retorno a la tierra.
Tomaba fotos y medidas para luego, en la tranquilidad del hogar establecer comparaciones. Así reuní la incontable documentación de la cual he extraído este libro. Y conocí de la manera más íntima esta ciudad en la que he habitado toda la vida y apenas saludaba al pasar como a un vecino distante.
Al mismo tiempo pensé que un salto consistía no simplemente dar un paso y dejarse caer. También en eso debía tener un estilo acorde al lugar que seleccionase. Me apunté en un club de natación y empecé a practicar salto de altura.
Los entrenadores me veían, con mis cuarenta y cinco años, algo talludito para empezar en esta actividad deportiva, y me trataron como a un loco caprichoso en la crisis de los cincuenta. No obstante me enseñaron lo que pudieron y fui buen aprendiz. En algunos meses me gané su admiración, y yo mi propia auto estima. Jamás pensé que en mí estuvieran tales habilidades. Como ocurre con las alergias, uno nunca sabe qué habilidades es capaz de desarrollar hasta que no se expone a la acción. En apenas un año me propusieron para participar en los Juegos Sénior Regionales, en los cuales obtuve una medalla y luego me escalaron para participar en los Juegos Sénior Nacionales, lo que acepté sin dudar, fingiendo, para mí mismo, posponer mis propósitos suicidas, pero en realidad arrinconándolos definitivamente.
Cinco años después mi vertiginosa carrera en la competición de saltos acabó con una lesión de rodilla y una preciosa mujercita quince años menor que yo cuidándome los primeros meses y luego compartiendo mi hogar "para el resto de su vida", según reza tiernamente por las noches cuando nos vamos a acostar; yo, algo cínico le aclaro, que en todo caso para el resto de la mía.
A consecuencia de la lesión me indemnizaron sustanciosamente y pude retirarme con cincuenta años. Decidí que tenía que rellenar de alguna manera el tiempo libre que me dejaban las generosas atenciones de mi mujercita y me puse a escribir.
Fue ella la que, a la vista del material que yo había reunido con vistas a mi último Gran Salto, me sugirió que con parte de ese material podía componer un curioso libro, estando precisamente su curiosidad, en lo políticamente incorrecto de su título: GUÍA DEL SUICIDA DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA. LUGARES CON ENCANTO PARA UN SUICIDIO CON CLASE. Compuse el libro y se lo ofrecí a un editor arriesgado, que no tuvo inconveniente en enviarlo a la imprenta previo pago.
Esta es la historia de este libro que tienes en sus manos, lector; que, como ves, es la mía propia. En él no solo encontrarás una peculiar guía turística, sino una guía espiritual en la que he volcado toda la sabiduría que estos últimos cinco años me han permitido destilar de todo lo pensado y vivido miserablemente en los anteriores cuarenta y cinco. Bueno, tampoco quiero exagerar, pienso que tuve una buena infancia, pero eso, lector, espero contártelo en otro libro.
Espero que ninguna de mis propuestas te parezca adecuada para tus propósitos y que si así ocurriera, mis humildes reflexiones al respecto sepan disuadirte de ello. En cualquier caso esta es una visita íntima a nuestra ciudad, descubrirás, como mínimo, que eso que hasta ahora llamabas todo, no era más que una mínima parte y que basta un cambio de iluminación, una mirada distinta para que el mundo se amplíe y las oportunidades que siempre has estado esperando te llamen desde los rincones. Escúchalas.
Tanto la torre del elevador del Paseo de Zaragoza como la del Parque de las Rehoyas (este último más alto) me parecen adecuados a un gran salto con encanto. Es difícil describir con palabras las figuras que el saltador puede marcar durante la caída.
ResponderEliminarJaja muy divertido. Uno se queda con ganas de leer ese libro completo. Quizá resulte algo contradictorio que el autor primero te invite y luego intente disuadirte,¿contradicciones vitales?, supongo.
ResponderEliminarEl autor no invita a nada. Expone asépticamente los lugares que a él le parecieron más apropiados y te invita a visitarlos. Pero luego, en cada lugar hay una reflexión que intenta disuadirte. Pero oye, si no lo logra, al menos que sea con clase.
ResponderEliminarNOTA: el prólogo es verdadero, lo que es falso es el libro y por lo tanto también el autor.
ResponderEliminarDisiento. Tras leer el prólogo, el libro nace en la mente del lector adquiriendo tanta entidad como cualquiera de los libros que nos citan en Babelia los sábados.
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