A modo de homenaje a Roberto Arlt y su obra.
Hipólita solo quería encontrar
un hombre que la hiciera feliz.
Pero nunca halló a ninguno
que mereciera rebanarle el pescuezo a los demás.
Nos echamos a sus pies,
apoyamos la cabeza en su regazo
y le narramos nuestras penas:
“yo siempre fui un niño triste. Por favor
sálvame tú ahora
de esta vida miserable”.
Así transcurre la noche y llega el día.
Salimos del cuarto en silencio,
dejamos el dinero sobre la mesa.
Ya vamos pergeñando,
bajando las sucias escaleras,
la historia que vamos a contar:
“No veas cómo gemía.
Al final no me quiso cobrar”.
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