Oda a Svidrigáilov
¡Oh, tú, crápula! ¡Oh, tú,
vicioso!
¡Maldito cínico, vividor!
Tú como muy pocos lo entendiste:
se vive para lo que se vive, para
vivir,
y cuando ya no da para más
ahí nos está esperando América.
A ti te paró un muro llamado Dunia,
nunca creíste eso posible, que a ti te
parase un muro
invisible con nombre de mujer,
quisiste reaccionar, con vileza,
pero ya era tarde, amigo, ya era tarde,
no pudiste ser vil, y comprendiste,
solo te quedaba, en fin, América.
Un último instante de salvación
tuviste
el mismo diablo vino a tentarte,
aquella risa pícara, que saltó de
aquel rostro inocente,
te espantó, y ese espanto te llenó de
sorpresa,
ya no soy el mismo, pensarías,
me he echado a mejorar, de aquí
solo se va a América.
Perdóname si esa no era tu intención, pero a mi me ha parecido muy humorístico el poema.
ResponderEliminarA lo mejor no es culpa del poema, sino de la medicación.
No sé cual era mi intención. Svidrigáilov es un tío que me cae muy bien. El tonillo -aparte que inevitable en mi- pretende congraciarse con el propio Svidrigáilov.
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