Te las prometías muy felices al
aterrizar en aquel paradisíaco planeta. Redescubriendo enterradas
emociones que en tu planeta de origen, ya en decadencia, se habían
casi olvidado.
Luego llegaron los momentos confusos,
incompresibles, al percibir que algo raro ocurría allí.
Te rebelaste contra ellos, pero en tu
mente estaba la constante pregunta: cómo y por qué pudo haber
ocurrido esto.
Primero te culpaste a ti y los tuyos,
algo tuvisteis que haber hecho mal para que esto acabara así.
Después culpaste al destino, las cosas simplemente se dieron de esa
manera. Y más tarde los culpaste a ellos, a su naturaleza malvada
frente a la inocencia de los tuyos, a tu inocencia.
Muchas respuestas se barajaron en tu
cabeza, en todas había un actor, una acción o una dejación, y tú,
el hombre, eras siempre la víctima, el objetivo, omnipresente en tu
importancia.
No estabas preparado para lo que
encontraste en aquella playa.
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