San Riforfo vive atormentado. Quiere
ser bueno a sus ojos, pero no sabe cómo. “¿Cómo he de ser bueno?,
Señora”, pregunta día y noche a su Señora Diosa. Y ella no
responde. San Riforfo no escucha este silencio, porque sus súplicas
esconden el ansia orgullosa de que su Señora se dirija a él y
lo distinga de entre todos los hombres con su palabra. Y cada día, incansable, ora y ora sin parar, pidiendo, suplicando una señal que le enseñe a ser bueno.
¡Oh san Riforfo, pecado de orgullo y soberbia cometes al no advertir que en el silencio de tu Señora está la respuesta que te niegas a oír!:
¡Desolador!
ResponderEliminarSan Riforfo es sólo un hombre con sublimes aspiraciones. Le queda mucho por aprender.
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