miércoles, 23 de enero de 2013

Un teléfono


Un hombre, andando por la calle, encuentra un teléfono móvil. El aparato no tiene ninguna clave, el hombre lo enciende y se pone a mirar en la agenda de nombres en busca de alguien a quien llamar para informarle del hallazgo. Por tendencia natural selecciona a una mujer y la llama desde el propio teléfono.

La mujer contesta creyendo que se trata del dueño del teléfono, pero lo hace con dudas como asustada. El hombre se disculpa, se identifica e informa a la mujer de que ha encontrado ese teléfono, que se le ha ocurrido llamar a uno de los números para ver si pueden ponerle en contacto con el titular. La mujer se echa a llorar e informa al hombre de que precisamente el titular del teléfono acaba de fallecer en un accidente de tráfico. El hombre, confundido, no sabe qué decir; luego de un rato de silencio escuchando llorar a la mujer al otro lado, se decide a preguntarle si no estaría ella interesada en recoger el teléfono y hacérselo llegar a algún familiar cercano, si no es que ella misma lo es. La mujer accede y quedan para unos días después, transcurridos los trámites del sepelio.

Antes de la cita el teléfono suena dos veces. La primera llamada figura en la pantalla como número secreto y el hombre, confiado en que se trata de alguna publicidad contesta. Le informan de la posibilidad de hacerse con un seguro de vida muy barato gracias a que el usuario ya tiene determinada tarjeta que lo hace candidato preferente para una sustanciosa reducción de las cuotas durante el primer año. El hombre, un poco macabramente, informa a la informante de que llega un poco tarde porque el usuario de la tarjeta – estuvo a punto de suplantar su personalidad, pero en el último instante sintió pudor - acababa de morir. No obstante la informante mantuvo un probablemente espantado silencio antes de pedir disculpas y colgar abruptamente. La segunda llamada fue más terrible.

Contestó de forma instintiva sin mirar siquiera de quién se trataba. Cuando ya había preguntado sintió un calambre del pánico a comprender qué estaba haciendo pero no se decidió a colgar. Una chica entre sollozos le explicaba que alguien le había gastado una broma diciéndole que él había muerto y que sentía llamarle a ese teléfono pero que tenía que asegurarse porque al parecer el otro era alguien bien conocido para ambos. Después de dejar hablar un rato a la chica no conseguía decidir si colgar directamente o confirmar a la chica la información. Cuando ella notó el silencio comenzó a preguntarle y exigirle que contestara cada vez más histérica, hasta que por fin él decidió colgar sin decir nada.

La cita fue en una cafetería del centro de la ciudad. Cuando llegó la hora se dio cuenta de que no habían fijado una manera de reconocerse y se vio obligado a utilizar una vez más el teléfono. Volvió a llamar a la mujer y observó a los que estaban sentados a las mesas en busca de alguna mujer que contestara. La mujer respondió pero no pudo identificar a nadie entre las mesas que pareciera estar en comunicación con él en ese momento. Le explicó a ella la situación. La mujer le había vuelto a contestar como si él fuera el titular del teléfono y estuvo hablándole del entierro y de la gente que había ido. El la interrumpió para decirle que la esperaba en la cafetería, pero ella no pareció escucharle y siguió contándole los detalles del entierro, informándole de la asistencia de personas que él no podía conocer. Después de un rato dejó de intentar interrumpirla y hacerla volver a la realidad. Cuando ella insinuó que se despedía porque estaba cansada él ni siquiera intentó que volvieran a quedar para cualquier otro día, sencillamente le dijo, a modo de despedida, que la volvería a llamar y luego un simple adiós.

A partir de este momento recibía llamadas cada día. El hombre siempre respondía de forma neutra, sin aclarar su identidad. A veces volvía a llamar la mujer y él la dejaba hablar apenas asintiendo a lo que decía con simples “claro claro” o expresiones por el estilo. En cuanto a la mujer, tenía la precaución de no hacerle ninguna pregunta.

Por fin un día se agotó la batería. El hombre lo extravió cuidadosamente en cualquier parte y se olvidó del asunto.

4 comentarios:

  1. Me gusta. Es enigmático y sugerente. Y la historia es muy buena. Se podría escribir un buen relato en primera persona con este argumento.

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  2. Magnífico comentario. Me recuerda al "la sorpresa vacila entre el asombro ... " aquel de Borges

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  3. ¿Has escrito algún relato largo?
    Si es así, me gustaría poder leerlo.

    ¡Saludos!

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  4. No. He escrito algunos relatos "más" largos que estos que pongo aquí, pero me temo que ninguno pudiera considerarse "relato largo". Podría buscar alguna cosa para halagar mi vanidad a través de tu lectura -o instalar definitivamente la desilusión en tu ánimo.

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