Compro un número cada semana por si me toca el premio gordo.
Y cada noche espero paciente un milagro. A veces me saco el
reintegro y me sirve para rearmar la esperanza y seguir jugando. A veces juego
sin ilusión, por costumbre, y otras veces siento un pálpito, una inminencia de
algo grandioso que va a sobrevenir. Pero nunca pasa nada. Y aún así sigo jugando
porque dejar de comprar es abandonar y sentarse a la puerta a esperar que pase
el tiempo reglamentario, como fastidiado porque no pasa lo suficientemente
aprisa. Fe es dibujar una puerta en una pared y golpear en ella hasta que se
abra.
Como me dijo una vez un amigo (matemático, que sabe de probabilidad y cosas de esas): "cada vez que compras un número, en realidad estás comprando ilusión; y dados los tiempos que corren, me parece que hasta la compras a un precio bastante asequible".
ResponderEliminarAsí que, ánimo y, si hay suerte, acuérdate de los amigos.