jueves, 19 de julio de 2012

Un gran corral de gallinas.


De “La rebelión de las masas”. 
Ha estado, don José, hablando de las virtudes del siglo XIX que ha propiciado lo que llama “el aumento del nivel de vida” social.

Una vez reconocido esto con toda la claridad que demanda la claridad del hecho mismo, es preciso revolverse contra el siglo XIX. Si es evidente que había en él algo extraordinario e incomparable, no lo es menos que debió de padecer ciertos vicios radicales, ciertas constitutivas insuficiencias cuando ha engendrado una casta de hombres -los hombres-masa rebeldes- que ponen en peligro inminente los principios mismos a que debieron la vida. Si ese tipo humano sigue dueño de Europa y es, definitivamente, quien decide, bastarán treinta años para que nuestro continente retroceda a la barbarie. Las técnicas jurídicas y materiales se volatilizarán con la misma facilidad con que se han perdido tantas veces secretos de fabricación. La vida toda se contraerá. La actual abundancia de posibilidades se convertirá en efectiva mengua, escasez, impotencia angustiosa; en verdadera decadencia. Porque la rebelión de las masas es una misma cosa con lo que Rathenau llamaba «la invasión vertical de los bárbaros».

Es decir, ese aumento del nivel de vida que ha permitido que las masas se beneficien de los progresos tecnológicos y sociales (lo que llama la socialdemocracia) tiene el inconveniente de que las masas no son conscientes de que para alcanzarlo ha sido requerido un esfuerzo y es necesario mantener ese esfuerzo. Por el contrario las masas tienden a pensar que estos beneficios son “naturales” y por lo tanto permanentes. Además tienden a utilizar los recursos que se les ofrecen sin cuestionarse su origen o principios -por eso habla de que esas técnicas jurídicas y materiales se volatilizarán-. Creo que apunta a la causa de que esto ocurra así en lo que sigue


En las escuelas, que tanto enorgullecían al pasado siglo, no ha podido hacerse otra cosa que enseñar a las masas las técnicas de la vida moderna, pero no se ha logrado educarlas. Se les han dado instrumentos para vivir intensamente, pero no sensibilidad para los grandes deberes históricos; se les han inoculado atropelladamente el orgullo y el poder de los medios modernos, pero no el espíritu. Por eso no quieren nada con el espíritu, y las nuevas generaciones se disponen a tomar el mando del mundo como si el mundo fuese un paraíso sin huellas antiguas, sin problemas tradicionales y complejos.

Y esto permanece igual. Seguimos “adiestrando” a las masas (nos siguen adiestrando) para utilizar las técnicas, es decir, nos siguen “preparando para el mercado laboral”, pero persisten en no desarrollar la “sensibilidad para los deberes históricos”, es decir, persisten en ignorar que el objeto de la enseñanza no es el adiestramiento, sino el conocimiento, de nosotros mismos –la escuela está absolutamente carente de esto- y de nuestro entorno. Porque esa es la base necesaria de la que luego derivará cualquier otra habilidad que queramos desarrollar. 

Naturalmente, lo grave de todo esto es que nuestra "elites" también son masa, y también funcionan como funciona la masa, es decir: la mera satisfacción de las necesidades inmediatas -ahora, y para ellos, los especuladores de grandes fortunas, a escala internacional- sin tener ningún objetivo a largo plazo, ninguna dirección de movimiento. Recolectando, como la gallina que picotea los granos por el patio, sus millones de beneficio.


1 comentario:

  1. El gran Ortega y su razonamiento preclaro. Y nosotros -digo "nosotros", los españoles en general- como lo hemos y lo seguimos ninguneando.
    Hay por ahí quien dice que si Ortega hubiese nacido en Alemania hoy estaría en el mismo pedestal en el que se encuentran Husserl o Heidegger. Pero tuvo la desdicha de nacer en es país tan ingrato con sus propios hijos.
    Para el franquismo, demasiado liberal; para los de izquierdas, demasiado tibio con el franquismo. Y en medio de todo esta discusión inútil, ya casi nadie se molesta en leer sus libros.
    Hago una confesión pública: yo me inicié en esto de la filosofía con dos libros de Ortega: "Unas lecciones de metafísica" y "¿Qué es filosofía?". No sólo me fascinaron (tenía 15 años), sino que enseñaron que se puede disfrutar con la reflexión y el pensamiento tanto como con una buena novela.
    Enhorabuena al señor Riforfo por rescatarlo.

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