domingo, 15 de julio de 2012

Mitología

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Yo quiero estar de ese lado, definitivamente. Ese es el lado en el que no nací, en el que no he vivido, del que he sido desgajado por un error monstruoso. O un castigo tal vez. Ixion, Sísifo, Tántalo, Prometeo y yo. Codo con codo. Está bien esto de verse como un habitante del Tártaro “más profundo incluso que el Hades”. Me hace grande, merecedor de unas páginas en la Mitología. ¡Toc!¡Toc!¡Toc! No hay respuesta. ¡Toc!¡Toc!¡Toc! No hay respuesta. No estamos llevando bien el mito, señores. Alguien cambió la narración oral al escribirla. Se olvidaron de mi nombre. Represento a un pueblo extraviado, que vivió siempre en el mismo lugar. Extraviado de sí mismo. Un día ese pueblo se aventuró más allá, un poquito más allá, no demasiado, ni tampoco demasiado poco. Una patita más allá. A un tiro de piedra, se decía antes. Y conoció la gloria. Pero la gloria no quería nada con él. Ninguna gloria quería nada con un pueblo tan falto de propósitos, de impulso guerrero, de vitalidad, de seguridad, tan sobrado de placidez y autocomplacencia. Y el pueblo se replegó sobre sí mismo y se convirtió en árbol. Y todo el mundo lo olvidó. Como pueblo, pero no como árbol. Y algunos descansaban a su sombra y estaba bien la sombra esta, era fresca y plácida. Y tal. ¿Cuál era el lado del que quería estar? Este es el enigma que debe tener toda narración oral. Muchas generaciones después alguien descubrirá una marca en la corteza. Y más tarde, pero mucho más tarde, la marca se desvelará como un nombre. Y todos especularán sobre la razón de ese nombre en ese árbol. En ese bosque que nunca fue suelo de ningún hecho grandioso. Y lo llamarán así: El Bosque en donde Nunca Pasó Nada. Y esa falta de información, porque en efecto, allí no había ocurrido nunca nada, unida a ese nombre misterioso, se convertirá en un acicate para los investigadores. Y sacando de aquí y sacando de allí, papeles irreconocibles, que nadie pudo atribuir a otros lugares u otras historias, dirán, “encaja aquí”, en el Bosque donde Nunca Pasó Nada. Y empezarán a construir la historia que nunca ocurrió allí. Y sí, entonces esa historia habrá ocurrido y se desvelarán cada vez más detalles. Y será una hermosa historia. Y la gloria más auténtica, la auténtica gloria agasajará la memoria de ese árbol y su historia que no fue. Y las jovencitas suspirarán cuando la lean y los muchachos, esos del futuro, volverán a sentir en su pecho el ansia de aventura, la sed de vida que yo tenía que haber tenido pero no tuve. Y se formará una comunidad entorno a esta Gran Mentira, pero a partir de entonces ya no será mentira. O, vale, sí, será mentira, pero a quién le importa, si lo que importa son los hechos y estos muchachos hicieron grandes cosas, gracias a esa mentira. Conquistaron otros mundos, hicieron felices a personas, generaron multitud de leyendas derivadas de aquella. Sí, saldrán muchos listillos intentando, desactivar la inmensa ola hacia el futuro que se formará, pero todo inútil. La quinta, la sexta, la octava generación seguirá aún hablando de aquel árbol y del nombre que estaba escrito y de todas las leyendas que a partir de ahí se fueron elaborando. Ya lo veo. Desde aquí, lo veo cómo se despliega el futuro ante mí, ante este pobre yo que se lamenta de su nonadería. Y me voy sintiendo cada vez más orgulloso de mí, humilde semillita cuyos brotes terminaron por inundar el universo entero. Poderosa imaginación, la ingente avalancha reserva asombrosos hechos todavía. No está nada dicho aún. Tú crees que no has sido nada. Que todo el tiempo estuviste del lado equivocado pero la Historia, la Mitología, se encargará de restaurar este error, de revisar esta catastrófica desviación de la Verdad, y con el paso de los siglos todo será corregido. ¡Ah!, ¡Qué orgulloso me siento!

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