martes, 26 de junio de 2012

Schwejk

Al señor Polivec lo han condenado a diez años por decir que el retrato del emperador Francisco José I estaba cagado de moscas (por eso lo retiró de la pared y puso en su lugar un espejo) El optimismo de Schwejk es desarmante cuando, al enterarse de la noticia comenta "bueno, ahora ya han pasado siete días".
A él también lo detuvieron junto a Polivec el día que mataron al archiduque Francisco Fernando, heredero al trono de Austria, por decir que habría guerra. En esos siete días fue interrogado, juzgado, evaluado por un tribunal forense ("No se comporte como un idiota, señor". "No puedo, soy un idiota oficial, la comisión de excepción del ejército me declaró oficialmente idiota"), encerrado en un psiquiátrico (los mejores días de su vida, allí conoció a un señor que pretendía ser "el tomo 16 del diccionario de Otto", pero es que allí se podía hacer cualquier cosa sin que te llamaran la atención: ir desnudo, revolcarte por la hierba, cantar; te bañaban y te daban de comer sin hacer el menor esfuerzo) y expulsado nuevamente a la comisaría de donde, aconsejándole que no se metiera en líos, lo mandan a la calle.
"No creía", dice," que condenarían a un hombre inocente a diez años. A cinco años sí, ya lo había oído decir, pero diez años es demasiado"

Así es Schwejk. Con su simplicidad ridiculiza todo el aparato de poder del estado. Mientras está en la celda, junto con los otros detenidos por "opiniones" políticas, uno de los presos se empeña en alejarse del grupo porque él "solo está allí por intentar robar y matar a un campesino".

En otra celda está con un apesadumbrado oficinista, detenido por borracho. El hombre empieza a enumerar la serie de tabernas por las que ha estado celebrando con su jefe el cumpleaños de este, le interrumpe Schwejk: "en una ocasión estuve, en una sola noche, en veintiocho locales, pero ¡atención!, no me tomé en ninguno más de tres cervezas"

El relato del hombre llega a esto: "Cuando llevábamos recorridas doce tabernas, nos dimos cuenta de que habíamos perdido al jefe, a pesar de que lo llevábamos atado detrás y tirábamos de él como si fuera un perrito" (¡Eso es correrse una juerga con el jefe!)

Schwejk es llamado a filas. Y se tropieza con el doctor Bautze, experto en descubrir farsantes. En una ocasión pilló a 9999 farsantes de un grupo de 10000, al último le dio una apoplejía y el doctor Bautze gritó a sus ayudantes: "Llévense a este farsante". Schwejk llegó en silla de ruedas, por el reúma. El doctor Bautze lo manda a que le extraigan el diablo de farsante del cuerpo. Es una tortura consistente en los siguientes grados:
1 Dieta absoluta...
2 Quinina
3 Limpieza de estómago
4 Lavativas
5 Envolver al paciente en toallas mojadas

"Había algunos valientes que superaban los cinco grados de la tortura, a los que llevaban en un sencillo ataúd al cementerio de los soldados. Pero también había hombres pusilánimes que al llegar a la lavativa decían que ya se encontraban bien y que lo único que deseaban era irse al frente con el próximo batallón que saliera"


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