jueves, 28 de junio de 2012

Lo bello en arte - Fernando González Ochoa

Obra pequeña: ¡eso es!, ¡eso es! PEQUEÑA. Este es uno de los adjetivos para definir lo bello en arte. Aun el Moisés, con ser tan inmenso, te parece que lo puedes llevar para la casa. Pero más aún lo griego. Las Venus y el Efebo del Subiaco te dan la impresión de que puedes llevarlos, que caben en todas partes. Lo bello no tiene dimensiones. Los que hayan contemplado a los dioses griegos y al Moisés, me comprenderán. Al decir pequeño, quiero significar lo que no tiene longitud, ni latitud, ni espesor; que nada le sobra; que es una idea materializada y que la materia es la precisa para que la idea se manifieste. Mientras que la obra frustrada es aquella que tiene materia sobrante, inanimada. Es muy difícil hacer comprender estas cosas espirituales; sólo a quien las ha vivido se le pueden sugerir. Hay mucha diferencia en la enseñanza de aritmética, por ejemplo, y la enseñanza de la estética. Sigamos, pues. Quizá la palabra no sea pequeña, sino liviana. Las obras feas, pesan, y es propiedad de la belleza espiritualizar la materia. Ésta, al mismo tiempo que sirve para que la idea se manifieste en formas, está oculta por la idea. La idea, en las obras bellas, no sólo ocupa toda partícula de la materia que la realiza, sino que forma un aura, así como dicen los ocultistas que pasa con el alma y el cuerpo. Cada forma de estas estatuas griegas y del Moisés se te presentan como formas vistas ya y no te admiran; es porque son la idea de la forma y esa la tenemos en la mente todos. ¡He ahí la sencillez! No causan impresión de mucho trabajo; no causan admiración, sino que ponen al espíritu del contemplador en relación con las ideas puras, con... LA FUENTE. La Venus de Cirene, el Efebo del Subiaco, el Moisés, son los mejores libertadores del hombre. Por eso, la consecuencia de la obra de arte es purificar, ennoblecer al género humano.

Efebo de Subiaco robado de aquí

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