martes, 8 de mayo de 2012

El marino que perdió la gracia del mar (Yukio Mishima)


El marino mentado es Ryuji. Ya veremos cuál es su “gracia” a los ojos de los muchachos, pero a los ojos de sí mismo y a mis ojos, su gracia es que él sueña con la gloria. Él espera algo grande de su vida: “¡Hay una única cosa a la que yo estoy destinado, la gloria, sí la gloria!”, piensa de sí mismo. Para él la vida en tierra, el hogar, es una trampa, esto piensa de los otros oficiales a los que una familia espera en tierra: “Esos hombres han perdido su oportunidad, ya no hay esperanza para ellos. Nunca he hecho gran cosa, pero me he pasado la vida entera pensando que soy el único hombre verdadero”.
Pero con los años ha perdido esta ilusión “Empezó a examinar uno a uno sus sueños y esperanzas, y uno a uno los hubo de ir desechando” Y en este punto llega a la mujer, Fusaku. Ya ha tenido otras experiencias con mujeres, pero para él no tenían ningún sentido, inmerso como estaba en la espera de su momento glorioso. Ahora cuando encuentra a Fusaku, siente que de alguna manera ella es un consuelo, no es la gloria que anhela, a la que ya ha renunciado, sino su reconciliación con la tierra. Ella no es ni mucho menos la mujer esperada, con la que aspiraba a “descender hasta el fondo de la gran profundidad del corazón, donde ningún hombre ha estado jamás”. Y entiende, al principio, al menos, que ella es incapaz de comprender los sueños que él alimenta, que ella “no puede ver a través del muro de sombras de mi naturaleza de hombre el anhelo que a veces me hace llorar”, sin embargo, luego, sufre una transformación y siente con ella “que ha recorrido una inmensa distancia para llegar al fin a un punto de exquisita sensación
Fusaku no es más que una mujer que ansía resolver su soledad, lo único que espera de Ryuji es que no sea un soñador “había encontrado más tranquilizadora su simpleza, cualidad, como un mueble recio y antiguo, más duradera que imaginativa” Ella lo que necesita es tener una garantía de seguridad. Y Ryuji termina por proporcionársela abandonando el mar.
Aquí entra Noboru, el hijo de Fusaku, y sus amigos. Mucho más difíciles de describir. Son unos chicos de menos de catorce años, pero dotados de una extraordinaria inteligencia. Ellos están en el secreto de la vida, y de hecho, son los únicos que son capaces de comprender ese secreto. En primer lugar para ellos la vida es un vacío, (“Todos sabemos que el mundo está vacío, y que lo importante, lo único, es tratar de mantener el orden en dicha vacuidad”), una trampa; más importante es la muerte “que sienta sus raíces en el instante del nacimiento, y, en lo sucesivo, el hombre no podía sino procurar cuidado y riego a este germen;”, creían en consecuencia que “ la reproducción es ficticia y consecuentemente la sociedad también lo era: padres y educadores, por el mero hecho de serlo, eran responsables de un ominoso pecado”. Los padres, uno de sus grandes enemigos: “no existe nada parecido a un padre bueno” “tratan de cercenar el mundo hasta reducirlo a algo mezquino fácil de manejar”. Ellos perciben la mezquindad y bajeza de la sociedad y tratan de mantenerse apartados, entrenándose en evitar caer en las debilidades más comunes, principalmente las emociones. Para ello no dudan en cometer actos que a los ojos de la sociedad son horribles, pero para ellos no son más que actos de afirmación y de independencia frente a los demás: “El jefe solía insistir en la necesidad de actos como aquel para llenar los grandes huecos del mundo. El asesinato y solo el asesinato sería capaz de llenar tales cavernas boquiabiertas, del mismo modo que una larga grieta llena un espejo. Ellos lograrían entonces un poder real sobre la existencia”. Las consecuencias de perder esta independencia y libertad frente a la mezquindad social será terribles: “terminaremos en las adulaciones vomitivas y los cotilleos; temblaremos día tras día agobiados por la sumisión, el compromiso y el miedo; nos preocuparemos por lo que digan los vecinos; viviremos como ratones estridentes. Y algún día nos casaremos y tendremos hijos, y al fin llegaremos a ser padres: lo más vil en este mundo”.
Pues bien, al comienzo de la novela, con la llegada de Ryuji, Noboru tiene un instante glorioso: “Creo que la otra noche vi el sentido del orden interno de la vida”, esto hace a Ryuji tolerable ante los otros porque es un hombre de mar y “solo existen unas cuantas cosas realmente permisibles: el mar, por ejemplo”. Pero Ryuji abandona el mar, y en un momento crítico, cae en lo más bajo, se convierte en padre: “Noboru sintió como si le faltara el aliento. ¿Cómo es posible que diga tales cosas?¿Es este el héroe espléndido que un día brilló tanto?” “Cada palabra quemaba como fuego” “Noboru sintió náuseas”. Y así se precipita Ryuji, perdiendo su gracia.

(Ed. Debate. trad. Jesús Zulaika Goicoechea)

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