El marino mentado es Ryuji. Ya veremos cuál es su “gracia” a los
ojos de los muchachos, pero a los ojos de sí mismo y a mis ojos, su
gracia es que él sueña con la gloria. Él espera algo grande de su
vida: “¡Hay una única cosa a la que yo estoy destinado, la
gloria, sí la gloria!”, piensa de sí mismo. Para él la vida en
tierra, el hogar, es una trampa, esto piensa de los otros oficiales a
los que una familia espera en tierra: “Esos hombres han perdido su
oportunidad, ya no hay esperanza para ellos. Nunca he hecho gran
cosa, pero me he pasado la vida entera pensando que soy el único
hombre verdadero”.
Pero con los años ha perdido esta ilusión “Empezó a examinar
uno a uno sus sueños y esperanzas, y uno a uno los hubo de ir
desechando” Y en este punto llega a la mujer, Fusaku. Ya ha tenido
otras experiencias con mujeres, pero para él no tenían ningún
sentido, inmerso como estaba en la espera de su momento glorioso.
Ahora cuando encuentra a Fusaku, siente que de alguna manera ella es
un consuelo, no es la gloria que anhela, a la que ya ha renunciado,
sino su reconciliación con la tierra. Ella no es ni mucho menos
la mujer esperada, con la que aspiraba a “descender hasta el fondo
de la gran profundidad del corazón, donde ningún hombre ha estado
jamás”. Y entiende, al principio, al menos, que ella es incapaz de
comprender los sueños que él alimenta, que ella “no puede ver a
través del muro de sombras de mi naturaleza de hombre el anhelo que
a veces me hace llorar”, sin embargo, luego, sufre una
transformación y siente con ella “que ha recorrido una inmensa
distancia para llegar al fin a un punto de exquisita sensación”
Fusaku no es más que una mujer que ansía resolver su soledad, lo
único que espera de Ryuji es que no sea un soñador “había
encontrado más tranquilizadora su simpleza, cualidad, como un
mueble recio y antiguo, más duradera que imaginativa” Ella lo que
necesita es tener una garantía de seguridad. Y Ryuji termina por
proporcionársela abandonando el mar.
Aquí entra Noboru, el hijo de Fusaku, y sus amigos. Mucho más
difíciles de describir. Son unos chicos de menos de catorce años,
pero dotados de una extraordinaria inteligencia. Ellos están en el
secreto de la vida, y de hecho, son los únicos que son capaces de
comprender ese secreto. En primer lugar para ellos la vida es un
vacío, (“Todos sabemos que el mundo está vacío, y que lo
importante, lo único, es tratar de mantener el orden en dicha
vacuidad”), una trampa; más importante es la muerte “que sienta
sus raíces en el instante del nacimiento, y, en lo sucesivo, el
hombre no podía sino procurar cuidado y riego a este germen;”,
creían en consecuencia que “ la reproducción es ficticia y
consecuentemente la sociedad también lo era: padres y educadores,
por el mero hecho de serlo, eran responsables de un ominoso pecado”.
Los padres, uno de sus grandes enemigos: “no existe nada parecido a
un padre bueno” “tratan de cercenar el mundo hasta reducirlo a
algo mezquino fácil de manejar”. Ellos perciben la mezquindad y
bajeza de la sociedad y tratan de mantenerse apartados, entrenándose
en evitar caer en las debilidades más comunes, principalmente las
emociones. Para ello no dudan en cometer actos que a los ojos de la
sociedad son horribles, pero para ellos no son más que actos de
afirmación y de independencia frente a los demás: “El jefe solía
insistir en la necesidad de actos como aquel para llenar los grandes
huecos del mundo. El asesinato y solo el asesinato sería capaz de
llenar tales cavernas boquiabiertas, del mismo modo que una larga
grieta llena un espejo. Ellos lograrían entonces un poder real sobre
la existencia”. Las consecuencias de perder esta independencia y
libertad frente a la mezquindad social será terribles: “terminaremos
en las adulaciones vomitivas y los cotilleos; temblaremos día tras
día agobiados por la sumisión, el compromiso y el miedo; nos
preocuparemos por lo que digan los vecinos; viviremos como ratones
estridentes. Y algún día nos casaremos y tendremos hijos, y al fin
llegaremos a ser padres: lo más vil en este mundo”.
Pues bien, al comienzo de la novela, con la llegada de Ryuji, Noboru
tiene un instante glorioso: “Creo que la otra noche vi el sentido
del orden interno de la vida”, esto hace a Ryuji tolerable ante los
otros porque es un hombre de mar y “solo existen unas cuantas cosas
realmente permisibles: el mar, por ejemplo”. Pero Ryuji abandona
el mar, y en un momento crítico, cae en lo más bajo, se convierte
en padre: “Noboru sintió como si le faltara el aliento. ¿Cómo es
posible que diga tales cosas?¿Es este el héroe espléndido que un
día brilló tanto?” “Cada palabra quemaba como fuego” “Noboru
sintió náuseas”. Y así se precipita Ryuji, perdiendo su gracia.
(Ed. Debate. trad. Jesús Zulaika Goicoechea)
(Ed. Debate. trad. Jesús Zulaika Goicoechea)
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