viernes, 20 de enero de 2012

Ricardo de Loureiro. Un personaje de Mário de Sá-Carneiro en La confesión de Lúcio habla de sí mismo.

-¡Ah, mi querido Lúcio, créame! Nada me encanta ya; todo me aburre, me da náuseas. Mis propios raros entusiasmos, si me acuerdo de ellos, después que se desinflan, al valorarlos, los encuentro tan mezquinos, tan de pacotilla… ¿Sabe? En otro tiempo, de noche, en mi cama, antes de dormir, me ponía a divagar. Y era feliz por momentos, entresoñando la gloria, el amor, los éxtasis… Pero hoy ya no sé con qué sueños robustecerme. Encastillé los mayores… los echo de menos: son siempre los mismos – y es imposible hallar otros… Después, no me sacian apenas las cosas que poseo – me aburren también las que no tengo, porque en la vida, como en los sueños, son siempre las mismas. Por lo demás, si a veces puedo sufrir por no poseer ciertas cosas que no conozco enteramente, la verdad es que, profundizando mejor, pronto averiguo esto: Dios Mío, si las tuviera, aún sería mayor mi dolor, o mi tedio… De manera que gastar tiempo es hoy el único fin de mi existencia desierta. Si viajo – si vivo, en una palabra, créame: es sólo para consumir instantes. Pero dentro de poco (ya lo presiento) ni siquiera esto me saciará. ¿Y qué hacer entonces? No lo sé… no lo se… ¡Ah!, qué amargura infinita…

1 comentario:

  1. Magnífico pedazo de texto. ¡Gracias! Anticipa el fin mismo de Sá-Carneiro. Y fluye como la buena música.

    ResponderEliminar