domingo, 13 de noviembre de 2011

Olivia y el fantasma

-Por favor, ¿quieres dejar de mirarme?
-¡Oh!, perdona. Me sorprende que te hayas dado cuenta. Soy un hombre invisible.
-Es que yo tengo una sorprendente capacidad de visión. Visión de la invisibilidad, la llaman. En cambio soy ciega para todo lo que sea azul.
-Yo llevo calzoncillos azules.
-Es un detalle que no me interesa en absoluto, por el momento.
-Si es por el momento, puedo esperar, y recordártelo más tarde, cuando pueda interesarte.
-Tendrá que ser muy tarde, por lo menos dentro de cuatro o cinco gin-tonics.
-Además de ser el hombre invisible soy el hombre intemporal, el tiempo no tiene sentido para mí.
-Yo en cambio envejezco muy rápido. La vida de las mariposas me parece eterna.
-¿Cuánto vive una mariposa?
-Una eternidad.
-Pues es verdad. Para mí también. Una eternidad o un instante, es igual.
-No, no es igual. Un instante es muchísimo tiempo.
-No me importa.
-A mí sí.
-Cuando te desnudas, ¿por dónde empiezas?
-Por los pies. Cuando te vistes, ¿por dónde empiezas?
-Por los pies.
-No me pareces un tipo interesante.
-Eso es porque no soy un tipo interesante. Significa que tienes intuición para identificar a los tipos que no son interesantes.
-Eres un tipo lógico. Me gustan los tipos lógicos.
-Gracias. Es una facultad que heredé de mi bisabuela.
-Yo también tuve una. Alguna vez. Supongo.
-Todos hemos tenido muchas bisabuelas, no te acordarás.
-No. Al tercer gin-tonics ya no me acuerdo ni de mi abuela. Y al cuarto, se me van evaporando de la memoria mis padres.
-¿Y qué pasa al quinto?
-Olvido mi nombre.
-Pues dímelo rápido porque ahí viene el camarero. Yo me erigiré en el guardián de tu nombre. Mañana cuando, te despiertes, te lo recordaré.
-Mi nombre es Olivia. ¿Me prometes que no lo olvidarás nunca?
-Te lo prometo, aunque no sé muy bien qué significa nunca.
-Pues entonces prométeme que lo recordarás siempre.
-Te lo prometo, aunque para mí siempre es siempre.
-En ese caso bastará con que lo recuerdes, simplemente.
-Recordar se me da bien.
-¿Qué dices?
-Que recordar se me da bien.
-¿Qué dices?
-Que recordar se me da bien.
-¿Qué dices?
-Esta conversación se está volviendo muy monótona. Ven. Déjame acompañarte. ¿Recuerdas dónde vives?
-No recuerdo ni que viva siquiera. ¿Eres otro fantasma?
-No, sólo soy invisible.
-Con razón.

4 comentarios:

  1. Un diálogo de marcado carácter riforfiano¡

    ResponderEliminar
  2. Invisible, anónimo e intemporal: parece una suerte de metáfora del individuo postmoderno.
    Muchas filosofías de esas que se llaman "actuales" no lo hubiesen descrito mejor.

    ResponderEliminar