domingo, 6 de noviembre de 2011

¿Y qué si ya no fui?

Y qué si ya no fui aquel que quería ser,
a qué andar lamentándose.
Acarreemos el fardo de nuestra vida silbando.
Agradezcamos lo que tenemos, que es mucho.
Agradezcamos, oh gracias, lo que nos da todavía,
pero no deseemos lo imposible,
que ya no es tiempo.
Ya no es tiempo de desear,
ya no es tiempo de lamentarse, ni llorar,
no estamos en edad de eso.
Estamos en edad de disfrutar lo que hemos tenido,
lo que aún conservamos,
y aspirar, oh gracias, a alguna sorpresa
con que esta pícara vida
nos quiera alegrar los postreros días.

4 comentarios:

  1. A sabiendas de que mi opinión no es más que la de un experto en literatura de gran sensibilidad poética, he de decir que el texto, a no ser que esconda un matiz irónico, no es bueno.
    El título no está mal, pero tiene versos como "a qué andar lamentándose."
    O "Agradezcamos, oh gracias, lo que nos da todavía,
    pero no deseemos lo imposible,
    que ya no es tiempo.
    Ya no es tiempo de desear," que dejan una profunda mala impresión, de la que sólo se recupera el lector con la sorpresa de que se puede componer uno aún peor "no estamos en edad de eso."
    La obviedad del tema y el tratamiento no contribuyen a la estima por la pequeña obra.
    La ausencia de metáforas y tropos, de la que sólo reconocemos la vida como fardo, lo poco idóneo de algunos adjetivos (pícara vida y postreros días) acaban por completar el desastre.
    En cualquier caso, quienes conocemos la obra del autor no podemos tomar este ejercicio en serio. Ni se corresponden con su temática, ni con su tratamiento ni con sus formas. Es como si una mano espúria hubiera tomado la de Riforfo para mal de todos los que hemos puesto nuestros ojos sobre esas letras.

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  2. Ayer tuve un encuentro con el Rey de Zembla. Naturalmente le reté, invoqué a sus padrinos para esta mañana a las siete en cierta apartada zona de nuestra ciudad. Para qué defender con argumentos lo que puede defenderse con las armas. Pero ese vil cobarde no apareció. Al parecer un flato lo ha dejado postrado, según sus apabullados padrinos. Yo creo que es simple cobardía. Aquí lo dejo reflejado para público escarnio.

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  3. De ninguna manera un flato. Mi ausencia fue debida a dos causas: la primera, que la reflexión me llevó a desechar la violencia del duelo como salida a nuestras, por otro lado no tan importantes, diferencias literarias. Al fin y al cabo, lo que usted entiende por buena literatura no se separa tanto de lo que entiendo yo. La segunda, mis responsabilidades sucesorias con la corona de Zembla. Desde el exilio albergo esperanzas de que alguna vez se restablezca la institución. Dado que aún no tengo descendencia, a pesar del empeño que casi a diario pongo en ello, no puedo desaparecer irreponsablemente de este mundo dejando sin zanjar tal asunto.

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